Que la realidad supera con creces a la ficción es una máxima que se cumple sin ningún género de dudas. Cuando el 7 de octubre del año pasado comenzó a transmitirse la noticia sobre el ataque masivo perpetrado por Hamás contra Israel la incredulidad se apoderó de nosotros y, eso que ya asistimos en directo a los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, cuyo vigésimo tercer aniversario apenas se cumplió hace unos días. Pero, nuestra sorpresa no radicó solo en la comisión del ataque, sino, sobre todo, en que, a diferencia de a lo que nos tenían acostumbrados, no se trataba del lanzamiento de misiles desde la distancia, sino una invasión en toda regla, obviamente limitada en el tiempo y en el espacio pero, lo suficientemente relevante como para suponer un hito en el conflicto que enfrenta a israelíes y palestinos desde 1948. Ese día, a la vista de los acontecimientos posteriores, probablemente, pasará a la historia por determinar un antes y un después en las tácticas empleadas por parte de Israel.
Y es que, si el ataque quirúrgico contra el líder de Hamás Ismail Haniya durante su visita a Teherán en julio pasado, no confirmado oficialmente por Israel, nos pareció una maniobra arriesgada aunque, hay que reconocerlo, extremadamente efectiva, especialmente por su impacto en la moral del enemigo, lo acontecido este martes en Líbano lo ha superado con creces. La multitud de explosiones que tuvieron lugar, fundamentalmente, en el sur de Beirut, bastión de Hezbolá, el partido proiraní que mantiene secuestrado al Líbano, y los miles de víctimas provocaron el caos en el país. La carga con una pequeña cantidad de explosivos y su detonación en los dispositivos de búsqueda o beepers que utilizan los integrantes de Hezbolá para comunicarse, ha puesto de manifiesto la capacidad de los servicios de inteligencia y defensa israelíes, y que el ingenio supera a la fuerza bruta. Además ha evidenciado que, hagan lo hagan los miembros de Hezbolá para evitar ser vigilados por Israel, este país encontrará la manera de superarlos. Pero, lo más importante es que, ha demostrado lo vulnerables que son, incluso en su propio terreno y, sobre todo, la falacia de que son los únicos capaces de proteger el Líbano y combatir al enemigo. Mientras, cruzamos los dedos para que el conflicto no se extienda a toda la región.