La polémica entablada entre El hormiguero de Pablo Motos y La revuelta de Broncano por la conquista del share televisivo deja a uno pasmado del grado de polarización que se ha instalado en la sociedad. Que dos excelentes programas de entretenimiento se nos presenten como una especie de duelo al sol de media noche entre fachas y progres da qué pensar; hasta la tele se ha convertido en un campo de enfrentamiento. Parece que el caso es andar a broncas, no importa por qué asunto.
Me resisto a pensar que hay gente que se haya apuntado a la pendencia y vea cualquiera de los programas con el ímpetu de un Madrid-Barça, con el del forofo, el militante o el soldado. ¿A ver si uno no va a poder ver el programa que le dé la gana sin tener remordimientos o sentimientos de traición al rebaño? La risa, la atención o el interés no tienen amo y, si lo tienen, ya no son espontáneos, son argumentarios o militancia.
Polémicas aparte, la televisión es un hecho a extinguir. Los millennial y los zeta se entretienen, se informan y se comunican a través de las plataformas digitales, esas que quieren regular como si fuera posible en un mundo como el de hoy. La televisión agoniza y no es de extrañar porque, aparte de estar quedando obsoleta, es carísima.
RTVE gasta en plantilla un 52 % más que las dos privadas —Atresmedia y Mediaset— juntas, y no es ni de lejos la que mejores resultados cosecha. En el 2023, la televisión pública nos costó 162 millones más que las dos privadas. Los datos contenidos en las últimas cuentas presentadas por el ente público indican que la cadena tiene al cierre del 31 de diciembre 6.904 personas contratadas, 446 empleados más que en el 2018, lo que supone casi el doble de los cerca de 3.500 empleados que tienen entre los dos grandes grupos de comunicación privados. La televisión pública cuenta además con una deuda añadida de 689 millones de euros.
Pocos meses después de que Sánchez nombrara a su primera directiva de confianza en la cadena pública, Rosa María Mateo, RTVE comenzó a engordar estas cifras, algo que en el sector interpretan como la necesidad de buscar una plantilla afín a la nueva dirección y, además, absorber la serie de acuerdos que se comenzaron a firmar con productoras cercanas.
No tengo ni idea del coste que deben suponer el resto de las televisiones públicas autonómicas, pero sospecho que será otro dispendio que nos podremos permitir hasta que el presupuesto aguante.
Me gusta Broncano, pero veo más a Motos porque soy boomer y no soy facha. ¡Qué fatiga!