Vacas muertas, heno mohoso y el fin del Sintrom

nina villasuso cores FARMACÉUTICA MIEMBRO DE LA JUNTA DE GOBIERNO DEL COLEGIO OFICIAL DE FARMACÉUTICOS DE A CORUÑA

OPINIÓN

Enfermera de un centro de salud haciendo el Sintrom de un paciente
Enfermera de un centro de salud haciendo el Sintrom de un paciente Santi M. Amil

13 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1933, Ed Carlson, granjero en Wisconsin, desesperado ante la muerte de sus vacas por una inexplicable enfermedad hemorrágica, viajó hasta la capital del estado en medio de una tormenta y se plantó en el laboratorio de Karl Link, químico agrícola, con un novillo muerto, heno mohoso y una lata con sangre de vaca para demostrar que no coagulaba. Años después, Link y su equipo sintetizaron el anticoagulante presente en el heno que desangraba a las vacas del pobre Ed: el dicumarol. El uso de sus derivados en medicina para evitar trombos no tardó en llegar. Uno de ellos, el acenocumarol Sintrom, es el anticoagulante más utilizado en España desde 1956 para evitar ictus y embolias. Es viejo, barato y ha demostrado ser efectivo durante décadas. También es el fármaco que más urgencias hospitalarias genera en nuestros días.

El Sintrom es peligroso y caprichoso, de dosis variable, interacciona con muchos medicamentos y exige una dieta sin cambios bruscos. Los alimentos ricos en vitamina K, como los sabrosos y verdes grelos de Monfero, frenan su efecto. Su exceso en sangre puede causar hemorragia y su defecto ocasiona un mayor riesgo de tromboembolismo. Casi un tercio de los pacientes anticoagulados con Sintrom no lo toman correctamente y hasta un 53 % no están bien controlados. El día del Sintrom, clásica cita matutina para el control de la coagulación y adaptación de la dosis, motivo de encuentro entre vecinos en los centros de salud gallegos, llega poco a poco a su fin.

Ya en el 2010, ante la inminente comercialización en España de los anticoagulantes de acción directa o ACOD, aparecieron titulares como «El Sintrom tiene sus días contados» o «Adiós al Sintrom». Más de una década después, el 60 % del millón de personas que toman anticoagulantes orales ya no toman Sintrom. Aunque no exentos de riesgo, los ACOD llegan para quedarse. No necesitan analíticas de control, se pautan a dosis fijas y consiguen buenos resultados para evitar ictus. Clínicos y asociaciones de pacientes piden flexibilizar las actuales trabas administrativas que limitan su prescripción y financiación. Su versión genérica, más económica, prevé una generalización de su uso.

En este entorno de cambio, los farmacéuticos comunitarios nos aseguramos de que el paciente anticoagulado conoce su medicación y sabe cómo tomarla. Reforzamos la adherencia y resolvemos dudas relacionadas con el tratamiento, nuevo o antiguo, con el fin de que sea efectivo y seguro.