La ausencia de respeto por la vida ajena y por su indemnidad física y mental siempre debería conllevar la aplicación de la justicia sin paliativos para castigar de manera ejemplar, legal y pública a quienes dañan irremediablemente a otros, en especial cuando las víctimas están indefensas, como los niños. Por ello, los abusos seculares que, sobre todo, los estamentos de poder han ejercido sobre los más vulnerables y la práctica habitual de mirar hacia otro lado deben ser perseguidos sin compasión.
El último capítulo de los escándalos de abusos sobre menores, que llevan años deteriorando la imagen de la Iglesia católica pero también la anglicana, ha provocado la dimisión del arzobispo de Canterbury y parece que puede generar la de otros prelados como el obispo de Lincoln. La razón: la inacción y el encubrimiento de los abusos sexuales a menores cometidos a lo largo de las décadas de los setenta y ochenta en los campamentos de verano de la Iglesia anglicana por el abogado John Smyth.
La ocultación de estos delitos de carácter sexual también se han producido en el estamento empresarial británico más poderoso. Así, se ha destapado cómo las instancias policiales no actuaron para atender las denuncias de abusos sufridos por numerosas mujeres a manos del difunto magnate egipcio dueño del emblemático centro comercial Harrods, Mohamed Al Fayed.
Entretanto, a miles de kilómetros de distancia, en el primer país de Oriente Medio en reconocer los derechos de las mujeres en su Código Civil de 1958, mejorado en la década de los setenta a instancias de Sadam Huseín, el que nombró a la primera jueza y a la primera ministra de la región, está a punto de sufrir el mayor retroceso de su historia. En el Parlamento iraquí, donde se ha consolidado una mayoría chií de vocación ultraconservadora, se debate, tras los intentos fracasados del 2014 y el 2017, el primar la identidad religiosa sobre la nacional. Con estos cambios, y aprovechando algunas lagunas legales que hoy en día permiten los matrimonios de días para encubrir la prostitución de mujeres en situación de extrema pobreza, las niñas de tan solo 9 años podrían ser forzadas a casarse. La preeminencia de la secta del marido en el caso de matrimonios mixtos debilitaría aún más el statu quo de las mujeres más vulnerables.
¿Hasta cuándo vamos a seguir callando y consintiendo que niños y mujeres sigan siendo violados impunemente tanto en Occidente como en Oriente?