Ya puede resistirse lo que quiera, que Juan Lobato es cervatillo políticamente muerto. Si nunca es oportuno dudar de la palabra de Pedro, menos lo es en tiempos de begoñas, ábalos, aldamas y garcíasortices. Lo van a dimitir o por lo civil o, dicho esto en sentido figurado, por lo criminal. El pecado de este hombre ha sido protegerse las espaldas ante notario, lo cual también es un inquietante indicio de cómo andan volando los cubiertos por la casa del pueblo. El todavía secretario general madrileño comparece detrás de una mesa que no deja casi nada a la imaginación. Juan sin tierra tira de la manta en plena berrea socialista, claro que en este PSOE ya se sabe quién lleva la mejor cornamenta, con perdón. A Lobato le puede quedar el consuelo de que cualquier día lo invitan a El hormiguero de Pablo Motos. Puesto que parece hombre precavido, no está de más que la llamada de La revuelta de David Broncano la espere tal y como sale en la foto. O sea, sentado.