Ránking de Shanghái y reflexiones

Juan M. Lema Rodicio TRIBUNA

OPINIÓN

SANDRA ALONSO

05 dic 2024 . Actualizado a las 09:59 h.

Cada mes de agosto, los responsables de nuestras universidades contienen la respiración esperando el resultado del ránking más popular. El Academic Ranking of World Universities (ARWU), conocido como el Ránking de Shanghái, ha alcanzado un nivel de influencia muy notable y, si bien sus parámetros de medida son discutibles, se ha afianzado como un termómetro de la calidad de las universidades. Valora exclusivamente la faceta investigadora, admitiendo que una mejor investigación es sinónimo de una mejor universidad. Resulta ya clásica la reacción cuando los resultados no son favorables. Además de los parámetros considerados para establecer la clasificación, se alegan razones de sesgo en relación con los ámbitos de conocimiento. Pero, en definitiva, la posición relativa en el ARWU determina de una manera importante el prestigio de una universidad.

Su importancia es de tal magnitud que muchas universidades limitan sus convenios específicos de colaboración a aquellas situadas entre las 500 primeras del ránking. Esta cifra límite también es tenida en cuenta por los sistemas de ciencia y tecnología de diversos países, que, por ejemplo, solo otorgan (o priorizan) becas para realizar investigaciones o doctorados en aquellas universidades situadas en este rango exclusivo.

En los últimos 20 años, el mundo universitario experimentó cambios muy significativos, incluyendo fusiones y reorganizaciones, si bien el más relevante es, sin duda, la irrupción súbita de China, que ha pasado de tener situadas 8 universidades entre las 500 primeras en el 2004 a nada menos que 81 en el 2024, lo que, lógicamente, ha afectado a la clasificación de las restantes universidades. Pero esta alteración no ha sido uniforme, ya que ciertos países lo han sufrido más. Así, EE.UU., que sigue encabezando con autoridad el ránking, ha pasado de situar 170 a 114 universidades, y Europa (incluyendo la UE, Suiza y el Reino Unido), de 205 a 182. Alemania ha perdido 8 de 43, Reino Unido 7 de 42, Francia 4 de 22 e Italia 3 de 23. Sin embargo, otros sistemas universitarios han experimentado una mejora relativa tanto en cantidad como en posición: Portugal ha pasado de tener 1 a 3, y Finlandia de 5 a 7. España se ha mantenido en una meritoria posición bastante estable, incrementando su presencia de 9 a 10 y con una mejor clasificación, con 8 universidades entre las 400 primeras en el 2024 frente a 4 en el 2004.

De las 9 universidades españolas que figuraban en el 2004 entre las 500 primeras, solamente las de Zaragoza y Santiago de Compostela han descendido de peldaño, hasta el rango de las 500-600, mientras que se han incorporado las universidades Pompeu Fabra, Politécnica de Valencia y País Vasco. Por su parte, la Universidade de Vigo, que mantuvo durante bastantes años una posición entre las 600 primeras e incluso ha llegado a situarse entre las 500, se encuentra ahora en el rango de 800-900.

Los ránkings, además de proporcionar un sistema comparativo, deben entenderse como una herramienta que debe promover la reflexión y que permite valorar la situación presente y, en su caso, la eficacia de las medidas de estímulo a la investigación. Contemplando el valor absoluto, la Universidade de Santiago de Compostela ha mejorado notablemente su puntuación, de 47 en el 2004 a 64,5 en el 2024, aunque con una tasa de crecimiento inferior al resto. Dicho de otra manera, para mantener la misma posición resulta necesario un mayor esfuerzo. Y esto debe contemplarse en los planes plurianuales de las universidades y en los marcos legislativos y financieros, como, de forma destacada, en la nueva ley de Ciencia de Galicia. Mejorar y recuperar posiciones de privilegio de las universidades gallegas debería ser un objetivo importante por alcanzar.