La libertad no tiene quien le escriba

OPINIÓN

Aunque Sanidad sigue sin aclararlo, las entidades implicadas dan por hecho que las terrazas de los bares serán objeto de restricciones porque entiende que al margen del tabaco que se consume en ellas sirven como un escaparate que normaliza fumar
Aunque Sanidad sigue sin aclararlo, las entidades implicadas dan por hecho que las terrazas de los bares serán objeto de restricciones porque entiende que al margen del tabaco que se consume en ellas sirven como un escaparate que normaliza fumar Marcos Miguez

09 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Goethe que el único hombre que no se equivoca es aquel que nunca hace nada. Llegará un momento en que nada haremos y, por lo tanto, estaremos libres de cualquier error. Digo esto porque la Unión Europea el pasado martes recomendó a sus países miembros que la gente deje de fumar en todas partes, grosso modo. Solo Grecia y Alemania se abstuvieron en la votación. Nuestra Europa es muy verde y muy ecologista. Se preocupan más por el tabaco que por la estupidez, por poner un ejemplo. Imagino que rápidamente me señalarán porque el tabaco provoca miles de muertos, miles de millones de gastos sanitarios, etcétera. Es cierto. El tabaco es nocivo para la salud. Pero hay gente que desea fumar y fuma porque le da la gana, sin más. Igual que hay gentes que practican la espeleología y se meten en cuevas de las que, por inclemencias climáticas o accidentes, hay que rescatarlas. También los hay que corren por los montes y prados… y se descalabran. Hay gente para todo. De todos los gustos y colores. Pero también hay gente que siente que están jugando con su libertad. Que el Estado se mete por todos los recovecos de su vida. Que señala qué está bien y qué está mal. Que corrige constantemente a aquellos que muestran actitudes no acordes con el Gran hermano que dirige nuestras vidas.

No defiendo el tabaco. De hecho, lo dejé hace 26 años. Aún lo extraño, esa es la verdad. Pero sé que el tabaco es pérfido y, quizá, no regrese a él. Y si regresase, ¿qué pasaría? Los fumadores ahora mismo deben tener la sensación de que son auténticos delincuentes. No solo el tabaco tiende hacia su total desaparición (dicen que en el 2040, menos del 5 % de la población europea será fumadora), sino que casi lo van a prohibir en el ámbito más íntimo. Entiendo que no se fume donde el humo pueda molestar a las personas cercanas no fumadoras, o niños. Pero esto va camino de que me prohíban fumar cuando estoy caminando solo, de madrugada y niebla, por una callejuela de Verín.

¿Hacia dónde nos dirigimos? Es una cuestión de libertad, ni más ni menos. A la gente hay que dejarla que se equivoque en paz. No penetrar más en sus interiores. Este es un país que, curiosamente, aplaude a corruptos o investigados por corrupción (el último congreso socialista fue el espejo más disparatado de esta circunstancia: con Griñán y Chaves ovacionados) y que sin embargo acusa de desdoro a todo aquel que intente salirse de las pautas de la corrección política. Me pregunto por qué no se prohíbe de una vez por todas la estupidez, por ejemplo. Por qué el abuelo Víctor, que era el abuelo de Víctor Manuel, no podrá sentarse en el quicio de la puerta con el pitillo apagado entre los labios. Avanzamos hacia el mundo feliz que vislumbró Huxley. Y también hacia la distopía de Orwell. «En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida» (Federico García Lorca). La libertad ya no tiene quien le escriba.