Las encuestas son instrumentos muy útiles para ver cómo enfocar una campaña o cómo envolver el relato de una política. Pero no sirven para nombrar presidentes de Gobierno. Si hay alguien que debe estar escaldado por las encuestas, además de todos los ingleses que todavía padecen el lamentable brexit, es Alberto Núñez Feijoo. El líder del PP es el campeón del mundo de los sondeos. Lo sufrió de manera muy extrema y especial en las anteriores elecciones generales, donde las extrapolaciones de datos le eran tan favorables que le sobró una semana entera de campaña. Y pasó lo que pasó. Ganó, pero perdió. La extraña aritmética que salió de las urnas hizo posible que solo un político, Pedro Sánchez, fuera capaz de sumar tirios con troyanos para proclamarse titular de la Moncloa. Primero dejó pasar la investidura fake de Feijoo sabiendo que, por mucho que hubiese recibido el encargo del rey, el líder del PP no iba a sumar los apoyos necesarios para acceder a la presidencia. Sánchez estaba viendo desfilar a un perdedor en el Congreso. Luego, se presentó él con sus cábalas y sacó adelante una presidencia que parecía imposible. En aquella ocasión, Feijoo hizo una soberbia primera semana de campaña. Incluso le endosó una severa derrota en el debate televisado a Sánchez. Las encuestas se pusieron todavía más estupendas. Y daban por hecho hasta lo imposible: que Feijoo podría gobernar sin Abascal. Los sondeos decían que Feijoo tenía los deberes hechos y así sus expertos le aconsejaron que no participase en el segundo debate televisado, el que se celebraba entre cuatro. Solo tres fueron al plató: Sánchez, Yolanda y Abascal. Ahí se le empezaron a ver las costuras una vez más a la derecha. Parecía todo hecho, pero no lo estaba.
La historia se repite. La metadona de los politólogos, que son las encuestas (hasta los estudios que más escorados están a la izquierda), dicen que el PP y Vox sumarían en una nueva convocatoria electoral. Ojo, hay muchos más datos apreciables en estos trabajos, no para proclamar ganadores antes de tiempo, pero sí para entender los ciclos. Los sondeos dicen mayoritariamente que el PSOE, o sea Sánchez, se mantiene. Y auguran que el palo para la zurda vendrá por el desmoronamiento de Sumar, que más que nunca es Restar. Yolanda Díaz repetiría la trayectoria que ya protagonizó en Galicia de una prolongada subida que termina en una estrepitosa caída. Podemos se mantiene donde ya está: la irrelevancia. Feijoo, según las encuestadoras sean más de derechas o de izquierdas, repite resultados o incluso pierde unos cuantos puntos y baja bastante en su nota personal. Atención también a esta circunstancia. Sánchez aguanta en el peor de los momentos. Y Feijoo solo se sobrevive en el mejor. Curioso. El que haría posible el cambio político en España sería Abascal con Vox. La fuerza que más sube en todas los proyecciones. Es la peor noticia para Feijoo. Él se mantiene tibio, aunque vuelva a ganar, pero es Abascal quien rentabiliza la guerra sucia a Sánchez. Y adivinen, ¿quién es el mejor político en ese escenario? ¿Quién es el experto en jalear el miedo a la llegada de Vox, de los ultras que maniatarán al centrado Feijoo? Pues Sánchez, el líder del progresismo. Es mejor que nadie en el PP cante victoria, o a ver si la cosa vuelve a ponerse fea.