Últimamente tengo la sensación de que para la izquierda, en este país, gastar y endeudarse es sinónimo de una buena gestión, lo contrario significa recortes y peores servicios públicos. Pero lo cierto es que el buen funcionamiento de los servicios públicos no solo depende de su considerable gasto sino de una sólida aplicación y gestión (véase el ejemplo de RTVE). Dicho de otra forma, gastar sin más no implica necesariamente mejores servicios públicos. Si observamos el impacto de nuestra deuda pública acumulada en el 2024 (1,6 billones de euros) frente a la calidad y tiempo de espera en la atención sanitaria, en la gestión tributaria, en los procedimientos judiciales, o a las prestaciones sociales y dependencia semeja que no han mejorado mucho en función del prolífico incremento de la deuda (gasto). Un buen ejemplo de lo que se quiere explicar es el caso de Correos, empresa estatal que acumula una pérdidas en los últimos años de unos 200 millones de euros y una deuda de alrededor de 600 millones.
Últimamente nos hemos posicionado como una sociedad con un elevado coste en la universalización de sus servicios públicos. Tenemos un Estado y autonomías elefantiásicas que llevan arrastrando déficits (más gastos que ingresos) en la última década y que necesitan cubrirlos tirando de la máquina de hacer dinero. Solo en intereses de la deuda este año 2024 se pagarán unos 35.000 millones. Dedicamos casi tres veces más dinero a pagar intereses que el presupuesto de la Xunta para el año 2024. Me pregunto a mí mismo y a la portavoz del Gobierno central cuantos médicos y hospitales se podrían hacer solo con ahorrar la mitad de coste financiero de la deuda, dado que seguimos con más desigualdades y más pobreza infantil que hace, por ejemplo, 5 o 6 años. Llevamos unos cuantos años por una senda sin retorno aparente, que nos está arrastrando a algo muy diferente a un Estado del bienestar. Es muy acertada la afirmación del profesor Clive Hamilton, director de The Australia Institute, respecto a los partidos políticos, él mantiene que cuanto más convergen los partidos en lo esencial, más deben de tratar de diferenciarse mediante la manipulación de la información, esta es la política de la falsedad y existe la convicción popular de que el proceso democrático se ha convertido en una farsa. Los partidos políticos dirigidos ahora por trepas profesionales llegan al borde de la histeria por asuntos triviales fustigando a sus oponentes con declaraciones ultrajantes
Necesitamos, imperiosamente, despertar de esa incongruencia y falso mito de que más gasto equivale a mejor servicio. Sin buenos gestores más deuda significará más empobrecimiento, mayor coste y malestar general. Cataluña puede ser un buen modelo desde el punto de vista de su análisis económico de lo comentado para el resto del país: gasto sin control, corrupción política y económica pero escasa gestión, consecuencias para el administrado, deterioro de los servicios como sanidad, educación o justicia. Lo mismo se podría manifestar respecto del Gobierno central y de los más de 800 consultores o asesores que tiene en su plantilla el presidente Sánchez que, por cierto, se pagan con impuestos de todos.