Los Williams, Iñaki y Nico son dos estrellas. Pero también son dos chavales de barrio que casi se desmayan al ver las cifras de su primer contrato como futbolistas profesionales. Un documental cuenta la historia de su familia. Íntima, pero conectada a la de millones de migrantes. La madre, María, habla en primera persona de ese trayecto de tantos, recorriendo con Félix media África, cruzando el desierto, viendo morir a una compañera de viaje, siendo despojados de lo poco que llevaban y rumiando la tentación de regresar a Ghana para acabar con aquel sufrimiento. Con una llegada dura a España, con un bebé en camino y, como relata la madre, sin tener ni para un biberón, pero con un sacerdote que les ayudó a empezar. La pareja le puso el nombre del cura al niño y él les regaló una equipación del Athletic. Recuerdan cómo Iñaki tuvo que ocuparse de Nico. Lo levantaba, le daba el desayuno… El padre estaba trabajando en Londres; la madre, levantándose a las cuatro de la mañana para limpiar en el aeropuerto tras caminar más de una hora. Un día les cortaron la luz y el agua. Ella relata que Iñaki le dijo: «No te preocupes, mamá, voy a ser futbolista de Primera División, esto pasará». Iñaki, pese a todo, habla de una infancia feliz, en la que se sintió muy querido. «Era el único niño negro del cole. Todos me tenían cariño», cuenta Iñaki mientras se suceden fotos en las que mandan las sonrisas. Y añade que las señales de racismo llegaron más tarde en otro entorno, en el del fútbol, en esas gradas que siguen admitiendo a moradores indeseables. Siempre hay gente incapaz de ponerse en la piel de esos chicos del barrio, de ver la estela de luz de las dos estrellas.