Cuestión de confianza

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

16 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La desconfianza ha arraigado entre los ciudadanos. No nos fiamos de los políticos. Nos han mentido sistemáticamente, nos han manipulado, han cambiado de opinión y han dicho digo donde antes decían Diego. Todo va peor que antes, empresas públicas que eran modélicas, como Correos o Renfe, han entrado en la liga de las corporaciones renqueantes y ya no nos sorprenden sus incumplimientos, como las dilaciones en el reparto de correspondencia o los retrasos habituales de los trenes de alta velocidad que circulan entre Madrid y Galicia. El martes pasado, el que me llevaba a Santiago se demoró más o menos una hora. Y no es un hecho aislado, se está convirtiendo en habitual.

Nos estamos acostumbrando a las negligencias y a la ineficacia, y a punto estamos de comulgar con ruedas de molino en la cultura del comportamiento del todo vale. Un presunto forajido, fugado de España oculto en un maletero de automóvil, el efímero presidente del Gobierno catalán Puigdemont, exigió a Pedro Sánchez una cuestión de confianza para seguir dando el apoyo de su partido, sus siete votos, al Gobierno contra natura de quienes sostienen la segregación independentista del Estado español.

Y entre pícaros, unos más que otros, anda el juego. Ya sufrimos la creciente desconfianza, la del poder y la de algunas instituciones cercanas. Nos sentimos impunemente engañados, ninguneados, con los viejos principios vulnerados, con un nuevo discurso judicial de la corrupción entre coimas, sobres dinerarios, escalas prohibidas de responsables políticos extranjeros portadores de maletas que supuestamente transportaban lingotes de oro, y bulos que van y vienen y son arrojados en forma de venablos mordaces en sede parlamentaria.

Así no podemos seguir. Entre la mentira y la indefensión, optamos por mantener una estéril actitud crítica. Estamos perdiendo peso en el concierto internacional, en la UE ya no somos quienes fuimos, evitan mirarnos de frente en las mesas negociadoras, y cambiamos nuestra presencia en la reinauguración de Notre Dame por la agenda ministerial de un espectáculo de circo.

Solo la corona se está salvando de la deserción ciudadana, y la sociedad civil que sigue ocupándose de sus tareas cotidianas. La cuestión de confianza es recuperar el sentido común y el respeto por la ciudadanía, es decir basta a las tropelías gubernamentales y asentar definitivamente las leyes no escritas del buen juicio.