Sorprendido al leer que el marisqueo a pie es un paradigma de sostenibilidad en las rías gallegas, no pude dejar de pensar que, caso de serlo, sería un paradigma de lo decrépito. Y no solo porque el empleo generado haya pasado de 5.124 permex a 3.307, una pérdida del 35 %, entre el 2005 y el 2024, sino también porque específicamente la producción de almejas y berberechos ha sufrido un gran descenso. Entre el año 2007 y el 2023 la producción marisquera ha constatado amplias fluctuaciones: unas negativas, por patologías en berberecho, y otras positivas, por la introducción de la almeja japonesa en las rías, que ya aporta más del 40 % de la producción marisquera desde el 2009. Entre el 2019 y el 2023 se asiste a una caída de esa producción, que en el 2023 fue del 62,6 % respecto al 2019, pero un año antes superaba el 45 % sin efectos climáticos adversos.
Esta baja producción marisquera deriva de una gestión singular en los bancos de marisqueo, quizás con excepción de Noia o Carril, y de la insuficiente producción en criadero de semilla, merecedoras de una radical autocrítica. La situación ecológica de las rías, alterada por los aportes de aguas residuales urbanas e industriales, afecta a los bancos naturales, incluidos los embalses. También los factores climatológicos y la disponibilidad de alimento tienen una obvia y variable incidencia. Sin olvidar que el marisqueo se enfrenta a la presencia de patógenos. En cualquier caso, ni paradigma, ni sostenible. El marisqueo, gestionado por las cofradías de pescadores desde 1993 y regulado por los planes de explotación aprobados por la Consellería do Mar, es uno de los grandes fracasos de la gestión en nuestras rías.
Situación que ya aflora en las noticias y reportajes periodísticos, como lo recientemente publicado en La Voz: las cofradías buscan estrategias para resistir un año que auguran malo, por lo que, a pesar de las innumerables ayudas de fondos públicos, «han comenzado a trazar sus planes de resistencia para el 2025».
Algunas cofradías decidieron crear hace años, cuando por ley se vieron llevadas a diferenciar en su seno la gestión de la producción de aquella otra de orientación o administrativa, organizaciones de productores pesqueros (OPP) conforme a la normativa de la UE. Y es precisamente respecto a estas OPP que hoy algunas de estas cofradías, como la de A Illa de Arousa, señalan que su existencia ha resultado de vital importancia para poder mantener los servicios. O el secretario de la Cofradía de Noia y gerente de su reciente OPP, entrevistado en La Voz, que considera que estas son el futuro, en un atinado análisis de la situación de las organizaciones del mar.
Por ello resulta sorprendente, y no solo en el marisqueo, sino también en el mejillón, la escasa querencia por las OPP. Algo que recuerda a las primeras controversias cuando Celeiro y Burela en pesca, o A Illa, dan el paso pionero ante un frente amplio de las otras cofradías a la contra. Y ese estigma cultural negativo al parecer persiste, o es una simple desidia acomodaticia.