Noticia del invierno

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Martina Miser

18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era un niño, allá en mi lejana infancia, pensaba que el invierno era el período comprendido entre el final de las Navidades y la llegada de los carnavales, cuando marzo sonreía en el calendario.

Pensaba que la escarcha que vestía de plata joven los campos vecinos, y las heladas vespertinas y nocturnas, eran un accidente temporal y no venían para quedarse.

El frío, los fríos, eran un producto de estación y me fui convenciendo de que el invierno, ingenuo de mí, era solo un estado de animo.

Debió ser por ese tiempo cuando tuve noticia cierta del invierno. Lo descubrí en la luz transparente que brotaba en el mediodía, la creciente luz ingrávida de cristal que se posaba en la brisa de las mañanas, en el aire que jugaba por las plazas haciendo remolinos.

La luz de enero estaba, está ahora, llena de vida, y en su interior reside el joven corazón del invierno.

En mi juventud asocié estos meses a los que cubre la nieve con su blanco sudario amortajando las montañas; a la noche de luna llena, cuando el caminante se detiene en un cruce de caminos mientras a lo lejos aúlla un lobo. Casi siempre nevaba, o cuando menos llovía, en mi fantasía de invierno imaginado.

Y hacía que mientras no llegaba el alba se aposentaran en mi sueño las Variaciones Goldberg, y sonaba a lo lejos Bach en un piano.

En estos días vuelvo a tener noticia del invierno en un año recién estrenado. Marzo está posado en las copas de las acacias, aguardando que llegue la primavera que todavía no se divisa en lontananza, y el invierno vuelve a ser el tiempo de soledades y de tristezas que eligieron las estaciones para poner la dosis necesaria de melancolía en el calendario.

Están frescas las mañanas, amanece por esta parte del mundo mirándose al espejo helador del almanaque, que quiebra bajo cero los termómetros del tiempo.

El invierno es un galope que cabalga un jinete que porta una bandera blanca anunciando un alto al fuego que nunca acaba de llegar; es un paisaje desolado de camelias marchitas, es un rosario de rocío que no tiene misterios gozosos.

Noticia tengo del invierno mientras escribo un adagio, y tatúo la escala de sol en una partitura que nadie leerá nunca, una partitura reiterada para un fagot solo.

Cuando concluya enero volveré a creer en el misterio del invierno y será de nuevo, para mí, el período comprendido entre el final de las Navidades y el comienzo de los carnavales que preceden a los días de Cuaresma. Ayer vi la primera bandada de gansos navegando el aire. Iban hacia el sur.