El regreso de Trump, una segunda e inesperada oportunidad para Europa

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Rebecca Cook | REUTERS

La vuelta del controvertido magnate no es solo una amenaza, también es una última advertencia para que los europeos despierten de su letargo

19 ene 2025 . Actualizado a las 10:00 h.

En 1993 Felipe González estuvo a punto de perder unas elecciones contra José María Aznar y dijo que tomaba nota. Lo hiciera o no, a los españoles no les debió de parecer que fue suficiente, porque en 1996 Aznar ganó y llegó a la Moncloa. En el 2016, Europa practicó la política del avestruz, ni siquiera tomó nota y no aprendió la lección. 2016, el año en el que el Reino Unido votó a favor del brexit y Estados Unidos rompió los precintos de la política y votó a favor de un señor machista, corrupto, violento y extemporáneo llamado Donald Trump. Parece que fue ayer y ocurrió hace ocho años.

Trump dinamitó los cimientos del orden trasatlántico, pero Europa, desde su atalaya de superioridad moral, juzgó que era una aberración pasajera y siguió a lo suyo como si nada. La proverbial victoria de Biden cuatro años después solo reforzó esa falsa sensación de seguridad. Pero las causas que desnivelaron el brexit y provocaron la primera victoria de Trump no solo han seguido ahí, sino que se han incrementado. Y ahora el magnate neoyorquino regresa a la Casa Blanca reforzado, con promesas similares a las de entonces, pero con la experiencia de errores que no es previsible que repita.

Europa, empantanada en su inacción, ha holgazaneado en estos ocho años y sigue atrapada en el laberinto tecnócrata que se diseñó en los años 70, cuando el mundo era otro. Una telaraña incompatible con las urgencias globales de hoy en día. Ya saben: Estados Unidos inventa (y ahora lo hará a la velocidad que proporcionará la inteligencia artificial), Asia fabrica y Europa regula. El regreso de Donald Trump, subido esta vez a lomos de los oligarcas tecnológicos, llega en un momento especialmente vulnerable. Europa ha apostado su peso económico a la industria automotriz, y Alemania, su motor económico, ha cometido errores estratégicos que pagaremos durante décadas: los dos más dañinos, su dependencia del gas ruso y su empecinamiento en el diésel como opción de futuro. La gente lo ha visto y se ha asustado. De manera que los populismos crecen en Francia, Alemania, y el resto de la Unión Europea, reflejo de una crisis democrática que desapega a los ciudadanos de las decisiones de sus políticos.

Enrico Letta y Mario Draghi acaban de presentar sendos informes con un diagnóstico aterrador. Y recetan reformas ambiciosas: invertir en la industria, integrar la defensa y construir de una vez por todas una unión de mercados de capitales. Pero estas propuestas chocan con la fragmentación política de la UE, donde cada vez más gobiernos están ideológicamente más cercanos a Trump que a sus vecinos europeos.

Los trenes no pasan dos veces, pero lo cierto es que la segunda venida de Donald Trump nos da a los europeos una segunda e inesperada oportunidad histórica. Podemos optar por acabar de construir nuestro edificio común y avanzar hacia la autosuficiencia o resignarnos a ser peones en un tablero global donde ya no dictamos las reglas. El regreso de Trump no es solo una amenaza; también es una última advertencia para que Europa despierte de su letargo. En un mundo que se mueve a velocidad del rayo, quedarse quieto equivale a desaparecer.