Ayatolás

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

JALAL MORCHIDI | EFE

21 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Llueve y hace frío. Las calles están vacías, y las carreteras, desiertas. Ya ha caído la noche en un domingo que torna a su fin. En la radio suena una pieza del disco Funeral por la justicia, del guitarrista nigeriano Mdou Moctar. Ritmos machacones con mucha adrenalina para masticar sin prisas las casi tres horas de La semilla de la higuera sagrada, un filme del iraní Mahommad Rasoulof, el cineasta que tuvo que huir de su país para eludir los ocho años de cárcel y los latigazos de rigor por atentar con su obra contra la supuesta seguridad de país. Una situación que suena a salto en el tiempo o a viaje a la Edad Media en pleno siglo XXI, cuando Musk, inaccesible al desaliento por las explosiones de sus cohetes, prepara viaje a Marte. Parte la película de la muerte, en el 2022, de la joven Mahsa Amini cuando se hallaba bajo custodia policial por llevar el hiyab de forma incorrecta. He ahí la revuelta, con su oportuna represión y miles y miles de detenidas y gente condenada a muerte por desafiar los dictados divinos que interpretan sus ministros misóginos, autoritarios y represores. Una situación en la que el pensamiento disidente es imposible sin que te cueste la integridad. «En la fe no hay preguntas». Deidades con la piel muy fina en un reino donde un juez de instrucción tiene que firmar sentencias de muerte sin ni siquiera examinar los hechos. Un ambiente de paranoia en el que el que se desvía del camino teocrático verá la oscuridad cernirse sobre su vida. Las hijas del magistrado acaban rebelándose. No se puede reprimir eternamente. Una revuelta que empieza en la propia familia y que algún día puede acabar con el imperio de los ayatolás.