Segunda investidura de Trump, ¿y ahora qué?

Juan Carlos Varela Vázquez AL DÍA

OPINIÓN

María Pedreda

20 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Comienza el segundo mandato de Donald Trump? Quién lo diría, porque en el tiempo preinaugural de su investidura ha tratado a los aliados como enemigos, pisando los charcos diplomáticos necesarios para salpicar a Dinamarca, que no quiere vender Groenlandia; a Panamá, que no quiere entregar el Canal, y a Canadá, que no quiere convertirse en el 51º Estado norteamericano.

Al mismo tiempo, su comité de investidura recaudó la histórica cantidad de 200 millones de dólares, con donantes de siete cifras en lista de espera para el palco VIP de una tradición seguida por millones de estadounidenses. Esta ceremonia simboliza la renovación nacional, además del relevo en el liderazgo global y en una visión de futuro para la nación y el mundo.

Aleksander Dugin, influyente ideólogo del Kremlin, considera que el advenimiento de Trump reequilibra el poder internacional al desencadenar una revolución mundial conservadora, antiliberal y antiprogresista. Entiende que EE.UU. debe compartir el poder en un nuevo orden multipolar, con Rusia, China y otros países del sur global.

«Los rusos han ganado. Por fin, el futuro está abierto», pontifica Dugin. ¿Abierto para quién? Sin duda, para Putin, que ve una oportunidad para que las democracias dominantes en Europa tras la caída del Muro de Berlín devuelvan el «espacio vital» que una vez fue su patria.

También para Trump y su America first, que recupera la tradición aislacionista estadounidense de no apoyar la «guerra santa» de la democracia en el exterior. A partir de ahora, el interés nacional de cada país será preferencial, mientras que una negociación bilateral y transaccional tensionará a organizaciones supranacionales como la UE y la OTAN.

En relación a Europa, el viento sopla a su favor. Una ultraderecha espoleada gobierna en ocho países y tiene representación parlamentaria relevante en otros seis. Esto sucede con la Comisión Europea despegando, las elecciones generales alemanas de febrero esperando, un Gobierno francés debilitándose y la espada de Damocles de los aranceles intimidando. Parecen cumplirse las condiciones de un «sálvese quien pueda» y que cada país negocie sus intereses a espaldas de Bruselas.

En cuanto a la OTAN, una paz inmediata en Ucrania, negociada exclusivamente entre el Kremlin y Washington, la dejaría en tierra de nadie. Aún así, ¿aceptaría Trump a un Putin convertido en amenaza existencial para Europa?

Sí, son malos tiempos para las democracias liberales. Pero... ¿por qué dejamos de creer en nuestras instituciones? ¿Por las continuas oleadas de inmigración que desbordan las fronteras nacionales? ¿Por una inflación que jibariza los salarios? ¿Por una tecnología que orilla a los trabajadores sin cualificación? ¿Por unas redes sociales que envilecen el ambiente con el sonido y la furia de voces intolerantes?

Por mucho que digan los «hombres fuertes» de nuestra época, la respuesta no es sencilla. Por eso acabo como empieza Historia de dos ciudades de Dickens:

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad... Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada».