Estados Unidos sale de la OMS
OPINIÓN
Al abandonar Estados Unidos la Organización Mundial de la Salud (OMS), como consecuencia la orden ejecutiva firmada por Donald Trump, se produce un fuerte golpe a los esfuerzos internacionales en materia de salud y se mina la gobernanza sanitaria mundial.
Esta decisión desarticula los esfuerzos coordinados de los 194 Estados miembros que forman parte de la agencia especializada en salud del Sistema de las Naciones Unidas creada en 1948 en cuya Constitución se le otorgo la atribución de fungir como Autoridad Sanitaria Internacional.
Se perderá la contribución científica, técnica y financiera de EE.UU. Se dará la espalda a una construcción de 77 años de cooperación sanitaria entre países que busca, entre otras cosas, garantizar una seguridad sanitaria mundial que nos proteja colectivamente de amenazas y riesgos para la salud, como la pandemia del covid.
La OMS tendrá que enfrentarse a la perdida de casi un 30 % de sus recursos y se verá obligada a recortar programas y personal que resultan esenciales para la acción sanitaria mundial y para la vida de millones de personas. Los recursos que EE.UU. aporta a la organización suponen cerca de 1.300 millones de dólares bienalmente.
Muchos proyectos y actividades de la OMS tendrán que ser recortados ante un déficit de ingresos de esa magnitud. Esto supondrá el debilitamiento de las acciones de preparación, alerta y respuesta ante futuras pandemias, el deterioro de la actividad normativa y de establecimiento de estándares sanitarios, la reducción en las operaciones dirigidas a alcanzar los objetivos sanitarios de desarrollo sostenible de la agenda 2030 y el rezago en las acciones destinadas a garantizar una cobertura universal de salud. Se verá afectada la capacidad de reforzar los programas de vacunación, de reducción de la mortalidad infantil y materna, de combate al VIH, a la tuberculosis y a la malaria, de lucha contra las enfermedades desatendidas, de prevención y control de enfermedades no transmisibles, de fomento de la salud mental y la salud sexual y reproductiva, entre otros. Y se limitará seriamente la capacidad de la OMS para dar respuesta a emergencias sanitarias y para la acción humanitaria en materia de salud.
Si se llegase a producir una nueva pandemia tendríamos un serio problema de descoordinación mundial para garantizar la acción conjunta en materia de alerta y respuesta que permita mitigar y superar una emergencia sanitaria de tal naturaleza.
Solo resta confiar en que los demás Estados miembros de la OMS den un paso adelante en la defensa de la organización, no solo con declaraciones, sino con hechos, y que incrementen sus aportaciones para paliar, en todo o al menos en parte, el daño causado y mitigar los impactos de un golpe tan bajo a la salud mundial.