Memoria del perdón

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

ANTONIO ALONSO

25 ene 2025 . Actualizado a las 10:17 h.

Cuando perdonamos, nos parecemos a Dios más que nunca. Superar el agravio y renunciar a la revancha son tareas casi imposibles para un corazón humano. Ante la agresión y la injusticia tendemos a la respuesta despiadada, irracional, iracunda. Por eso el perdón maravilla, porque demuestra que la naturaleza humana puede vencer sus propias limitaciones, aunque necesita para eso mucha ayuda. Pero ciertas clases de perdón atraen más daños que bienes. Pienso en los más notables de esta semana. Los de Joe Biden a más miembros de su familia: no se sabe muy bien por qué, pero que les haya otorgado ese extraño perdón preventivo, como había hecho antes con su hijo, los convierte en sospechosos. Por algo los habrá perdonado. Los perdones masivos de Donald Trump nada más tomar posesión no se refieren, que yo sepa, a su familia sino a promesas electorales que, probablemente, le dieron muy buenos réditos. Hablo de los asaltantes del Capitolio y de ese fenómeno que traficaba con droga en los inframundos de la dark web: Ross Ulbricht, señor de Silk Road, condenado a cadena perpetua sin posibilidad de rebajas penitenciarias. Ulbricht se convirtió en un icono para el Partido Libertario, que solicitó una y otra vez su libertad o que al menos se le conmutara la pena. Trump prometió que lo haría si le votaban.

Ya. Ya sé que aquí no podemos hablar mucho después de lo ocurrido con ciertos indultos, la famosa amnistía, o el lavado del asuntito aquel de los eres, previa toma del Tribunal Constitucional.

También pienso mucho en el perdón estos días porque hace treinta años que mataron a uno de mi promoción, Goyo Ordóñez. Y aún me duele. Mucho.

Gregorio Ordóñez inauguró la lista de amigos asesinados. Llevo tres.