Convirtamos la devastada Gaza en una ciudad de vacaciones. Erijamos una monumental Marina D'or en la costa mediterránea de Palestina. Echemos a sus habitantes. Que se los queden Jordania y Egipto. Así completaremos con una limpieza étnica el genocidio que empezó Netanyahu. El territorio será para Estados Unidos. Y «a todo el mundo le encanta la idea».
Este delirio de Trump, casi siempre mentiroso, la mayor parte del tiempo un bravucón, ha sacudido al mundo y ha provocado un alud de reacciones. ¿Será Gaz-a-Lago una realidad? Solo el tiempo lo dirá, pero la experiencia con el neoyorquino nos dice que conviene desconfiar. Sufre del síndrome parchís: come una y cuenta veinte. También sabe manejar la escena con maestría. Y tejer cortinas de humo.
Mientras ametrallaba el orden mundial y el derecho internacional, entre bambalinas su bro Elon Musk perpetraba «uno de los mayores robos de la historia», según un senador demócrata. Nadie votó al dueño de Tesla, pero su agencia DOGE ha entrado como un elefante en varios departamentos federales y ha conseguido acceso privilegiado a datos sensibles de la administración, como los pagos del Tesoro. ¿Qué van a hacer con esa información? ¿Recortar gastos superfluos? Ja. No lo duden, ganar dinero. Es la única razón que impulsa a nuestros queridos oligarcas.