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«La policía investiga decenas de mensajes de odio que ha recibido la nueva comisaria jefa de la Policía Nacional en Jaén, Layla Dris Hach-Mohamed; antes jefa del contingente español en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití y agregada de Interior en la Embajada de España en Rabat». El insulto va desde «infiltrada» a «mora invasora» (más racial) en los ríos caudalosos de las redes sociales (Instagram, TikTok y X). Nadie cuenta si en un forocoches al uso también participan los que insultan, al igual que no sorprenderían unos desocupas que, entre curso y curso de formación, hicieran un vídeo llamando a la protesta y la persecución contra Layla Dris. Después de todo, a algunos les cuesta entender la «igualdad» tan desigual, o la no discriminación por raza, sexo o religión, que dice esa Constitución de la que se reclaman constitucionalistas. Ellos ven en ello una señal de la islamización de España. Por más que en los cuerpos de seguridad no sean frecuentes los mandos de origen extranjero, ni de religión islámica.
Poco dados a los datos y la estadística, esos de Jaén o, un suponer, esos de Ferrol como representantes de esos españoles todos, no quieren saber que en España viven dos millones y medio de musulmanes, de los que 1,3 millones son de nacionalidad extranjera y 1,1 millones españoles, lo que representa aproximadamente el 5 % de la población, según el Estudio demográfico de la población musulmana. El islam fue reconocido por el Estado español como religión de notorio arraigo el año 1989.
Poco dados a la historia, también ignoran que, en ese tiempo que han decidido ignorar, Franco tuvo un capitán general marroquí y musulmán practicante, incluidos los ritos halal, en el Palacio de Capitanía de A Coruña, junto a la emblemática plaza de Azcárraga. Fue Mohammed ben Mizzian. Que para llegar a ello necesitó que el rey Alfonso XIII, luego de una visita a sus colonias en Marruecos, decidiera convertirlo en su protegido hasta el extremo de cambiar las leyes para que lo admitieran en la Academia de Infantería de Toledo en 1913, que hasta entonces solo podía admitir a cadetes de religión cristiana. Mohammed ben Mizzian hizo su carrera militar primero contra Abd-El- Krim, su maestro, en las Guerras del Rif y el Desastre de Annual, para incorporarse con el levantamiento de Franco a las más sangrientas batallas de la guerra civil, incluida la sanguinaria del Alcázar de Toledo, o la de Asturias al mando de las columnas gallegas, hasta llegar a Madrid. Abandonando en 1956, con la independencia de Marruecos, el Ejército español, cuando Hassan II lo nombró ministro de su Ejército y en 1966 embajador en España, con historias de familia propias de su cultura patriarcal extrema y, por deseo de Franco, manteniendo siempre su paga de militar español.
Todo ello mucho más sorprendente que ahora una española, de religión o cultura musulmana y méritos acreditados, ascienda a comisaria jefa en la Policía Nacional. En tales insultos confluyen el machismo y el racismo.