¿En qué nos afectará al bolsillo la nueva era Trump?
OPINIÓN
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El nuevo presidente estadounidense llega con ganas de cambiar las cosas en la primera potencia del mundo, tanto internamente como en las relaciones externas.
A nivel interno, se desarrollarán medidas para desregular sectores claves, impulsar la producción nacional repatriando fábricas estadounidenses en suelo extranjero y reducir burocracia, gasto público, costes energéticos e impuestos.
En las relaciones externas, Trump amenaza con un aumento generalizado de los aranceles de las importaciones, para aumentar los ingresos tributarios como para que compense la prometida reducción de impuestos tanto a los particulares como a empresas. Esta amenaza alcanza no solamente a países con los que no tiene relaciones importantes, sino también a los que tienen acuerdos de libre comercio, como Canadá y México o Europa.
¿En qué medida esos cambios pueden afectar a nuestro bolsillo? O lo que es lo mismo: a las relaciones económicas de nuestro país (y a Europa) con EE.UU.
En primer lugar, España, a diferencia de Europa, tiene una balanza comercial favorable a EE.UU.; es decir, importamos del otro lado del Atlántico (28.267 millones en el 2023), más de lo que les exportamos (18.900 millones). En principio, Trump no debería tenernos en su foco porque sale beneficiado en el status actual.
Pero a nivel Europa es justamente lo contrario: la balanza comercial arroja un saldo deficitario para EE.UU., algo que no gusta al presidente, y además esta tendencia aumenta, ya que la cuota exportadora de Europa con EE.UU. no deja de crecer, pasando del 15 % en el 2015 al 20 % ahora. Si viene el tsunami arancelario a los productos que exporta Europa a EE.UU., aunque directamente no nos afecte demasiado, puede que indirectamente sí, ya que el 62 % de las exportaciones españolas se dirigen a la Unión Europea. Cualquier alteración de la situación económica de Europa afecta y mucho a nuestras exportaciones y a nuestra economía.
Si nos ponemos en el peor de los escenarios y Trump aumenta los aranceles hasta el 10 o 20% (actualmente los aranceles entre EE.UU. y Europa son prácticamente nulos), el servicio de estudios de CaixaBank (CaixaBank Research) en un reciente informe ha estimado que el impacto directo en las exportaciones españolas podría fluctuar entre 1,4 y 3,2 miles de millones de menores exportaciones a EE.UU., con un impacto negativo aún mayor en las exportaciones a Europa, que se verían mermadas por el menor crecimiento europeo. Este daño se vería en sectores como bienes de equipo (maquinaria, vehículos), alimentación o semimanufacturas, concentradas en las regiones que las exportan (Valencia, Madrid, Cataluña o el País Vasco). Galicia no se vería especialmente afectada.
Otro aspecto a considerar son las inversiones estadounidenses en suelo español. El 29 % de la inversión directa extranjera en España procede de EE.UU., son 8.146 millones en el 2023 de un total de inversión extranjera de 28.215 millones. Madrid y Cataluña son las regiones que más inversión extranjera reciben y, por tanto, serían las más perjudicadas de producirse una caída. Galicia, en el apartado de inversiones extranjeras, tampoco estaría muy perjudicada porque desafortunadamente no capta mucha inversión extranjera.
Aunque este escenario es improbable que suceda, porque Europa tiene mecanismos para evitarlo. Hay dos insistentes peticiones de la actual Administración de EE.UU. que, si Europa las satisface, seguro limarán estas dañinas medidas: aumentar el gasto en la defensa europea y elevar las importaciones energéticas procedentes del país estadounidense (la primera, al menos, es de sentido común).
No debemos olvidar que Trump es una persona que viene de la empresa, sabe negociar. Se presentan medidas duras para después negociar a la baja. Como se ha visto en el anterior mandato, muchas de sus amenazas luego no se materializaron. Además, las personas que rodean a Trump (hay alguna excepción) son mucho más capaces y experimentadas que las del primer mandato.
En todo caso, veamos las cosas en modo positivo: la revolución que se está produciendo en EE.UU. puede y debe ser un acelerador del cambio de modelo europeo: menos burocracia, menos regulación, menos impuestos y más productividad y competitividad.