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La teoría europea es maravillosa. El problema es la práctica. Europa es la zona del mundo con más derechos y que ha tenido mejor calidad de vida durante décadas. Pero o se adapta rápido a los tiempos nuevos, o el futuro se le presenta horrible a nuestro viejo continente. Los representantes de Donald Trump y de Vladimir Putin se verán hoy en Riad, en Arabia Saudí. Ese anuncio convirtió de golpe la cumbre de París en unos juegos florales de buenas palabras. La cumbre de París convocada por un desacreditado Macron se convirtió en la no cumbre de París tan pronto se supo que el encuentro decisivo se celebraría al día siguiente. El presidente francés representa hoy en su país un porcentaje de voto muy bajo. No solo eso. Desde que logró el cargo ha ido de error en error y puede pasar a la historia como el primer político que pone en bandeja la posibilidad de que gobierne la extrema derecha de Marine le Pen en Francia.
Antes de que se concretase la cita de Riad, los citados al Elíseo son gobernantes que no ofrecen fiabilidad para afrontar el reto que les plantean Rusia y Estados Unidos. Europa necesita una reforma de calado. Europa precisa asumir que la era de la OTAN se termina. No se trata solo de hablar de gastos de defensa y de aranceles. El problema, lo sabemos todos, es que Europa no es una, son 27 países que deberían tener mucho que ver, pero que cada vez coinciden en menos cosas. En el Elíseo estuvo nuestro presidente Sánchez. Un hombre que ni siquiera puede subir el gasto de defensa porque, sin el permiso de Puigdemont y de sus socios de izquierda, que no se lo darán, no será capaz de aprobar unos Presupuestos con el fin de mejorar unas fuerzas armadas para los tiempos que se nos vienen encima. Macron y Sánchez han sido los primeros en erigirse como líderes, pero son líderes de paja. Los dos tienen problemas mucho más urgentes en su país. En general, les pasa a todos los que han estado en París hablando de unas fuerzas de paz que no existen. El alemán Scholz está en plena campaña electoral. Fue a la cumbre y regresa a una campaña con la que es muy probable que solo consiga pasar de haber sido presidente a perder las elecciones y convertirse en tercera fuerza, con la extrema derecha alemana por delante. Otro que no tenía mucho que decir en la cumbre. Meloni sí tiene el poder y además es la única que puede hablar de cercanía con Donald Trump. Pero esa misma cercanía puede ser un arma de doble filo a la hora de aliarse con una Europa cada vez más dividida. El primer ministro inglés, que ya no está en la Unión Europea, afirmó antes de volar a París que el Reino Unido enviaría soldados sin problema para esa supuesta fuerza de paz. Starmer no está en el mejor momento de popularidad en su tierra. No tiene muy claro si debe acercarse a sus ex socios de Europa o si debe atender a Estados Unidos como se merece. Esta es la realidad de Europa en este momento ante el órdago de Trump y Putin. Tenemos muy poco que decir y menos que decidir. Nos van a dar el acuerdo de paz escrito y firmado. Aunque Zelenski diga que no. Nuestros líderes se han reunido solo para ser testigos de un pacto en el que no vamos a estar, hoy, en Arabia Saudí.