Los niños del ala oeste

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Kevin Lamarque | REUTERS

22 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En el ala oeste de la Casa Blanca se encuentra el despacho oval del presidente de los Estados Unidos. El despacho reformateado incorpora un estaño artilugio automático en un extremo de la mesa presidencial. Un botón electrónico que al apretarlo surte al presidente de un vaso de su bebida a la que es adicto: la Coca-Cola.

Pues bien, en esta estancia poblada de periodistas, en una improvisada rueda de prensa, estaba sentado en su mesa el nuevo «emperador» y a su lado el que aparenta ser su valido, su consejero y espónsor de su reciente campaña electoral, el billonario estrambótico Elon Musk, reconvertido en activista político conservador e ideólogo tecnorepublicano. Sobre sus hombros estaba uno de sus hijos. XafaXII, que de esta guisa es su extravagante nombre alfanumérico, de conjetura matemática o de clave oculta para abrir una caja fuerte.

El niño, ajeno a lo que allí se trataba —acaso nuevos aranceles o planeamientos para convertir Gaza en un resort gigante—, jugaba con el pelo de su padre e incluso se atrevió a simular un disparo contra un Trump displicente y algo distraído.

Días después volvió Elon Musk al despacho oval pero en esta ocasión llevó a cuatro hijos que rodearon en circulo a su padre. El dueño de Tesla tiene oficialmente siete hijos, dos de ellos gemelos y otros trillizos, aunque leyendas urbanas le atribuyen hasta trece y de cuando en cuando aparece una mujer que dice ser madre de un hijo ilegitimo de este señor. Se reanudó con el, la era de los niños en el ala oeste de la Casa Blanca.

Hasta ahora había precedentes, pero eran vástagos de presidentes electos, como recuerda la entrañable foto de John-John, el pequeño hijo del presidente Kennedy, medio escondido bajo la histórica mesa presidencial, o la fotografía de la hija de Obama en un sofá del despacho oval bajo la atenta mirada del clásico retrato de Abraham Lincoln. Pero esto es distinto. Con luz y taquígrafos y mientras se decide a invadir Groenlandia o usurpar el canal de Panamá, el nuevo sheriff convierte en sala de juegos el despacho oval. Acaso pone al día la frase bíblica interpretada por un wasap que señala «dejar que los niños se acerquen a mí». Todo es posible en esta nueva y preocupante etapa supremacista que lleva a los más pequeños al ala oeste de la Casa Blanca.