Europa necesita una Alemania fuerte

José Enrique de Ayala ANALISTA DE LA FUNDACIÓN ALTERNATIVAS

OPINIÓN

María Pedreda

26 feb 2025 . Actualizado a las 10:48 h.

El resultado de las elecciones legislativas en Alemania ha confirmado, con pequeñas variaciones, las previsiones de las encuestas. La Unión democristiana/socialcristiana (CDU/CSU) gana, con menos porcentaje del previsto, y su candidato, Friedrich Merz, será el nuevo canciller, pero necesitará el apoyo de otro partido. La ultraderechista AfD se sitúa segunda, con un espectacular aumento de votos, y los socialdemócratas del SPD, terceros, se hunden hasta el peor resultado de su historia. Merz, aunque se sitúa en el ala más derechista de la Unión, mantendrá el «cordón sanitario» que impide una alianza con la ultraderecha, y prepara una gran coalición con el SPD, que tendrá una mayoría suficiente y puede funcionar en un tiempo de crisis interna e internacional, como ha sucedido en ocasiones anteriores.

El complicado Gobierno del canciller saliente, Olaf Scholz, con verdes y liberales, se ha visto condicionado desde el principio por la guerra de Ucrania, con un impacto muy negativo en la economía alemana, sobre todo por el corte del gas ruso, que ha encarecido mucho este combustible esencial para su industria. Alemania está en recesión desde el 2023 y la inflación —lo que más temen los alemanes— se ha disparado. El deterioro del nivel de vida y la incertidumbre hacia el futuro han pasado factura al SPD, como también lo ha hecho la percepción de su incapacidad para controlar la inmigración irregular, que preocupa a muchos alemanes. Estos son precisamente los principales argumentos en los que se basa el éxito de AfD, que ha hecho bandera del rechazo a los emigrantes y asilados, magnificando los atentados que algunos de ellos han cometido, y del nacionalismo. Un discurso que encuentra aceptación principalmente en trabajadores poco cualificados, parados y jóvenes, y puede poner en riesgo en el futuro la democracia alemana, como sucede en otros países europeos.

La gran coalición va a ponerse en marcha, pero no sin dificultades, porque los socios no siempre estarán de acuerdo en cómo resolver los problemas internos más urgentes. Por una parte, la legislación de emigración y asilo, que la Unión quiere hacer mucho más restrictiva por la presión de AfD y de sus propios votantes, mientras que el SPD prefiere una reforma más moderada. Y por otra, la cuestión económica, en la que ambos coincidirán en intentar superar las restricciones constitucionales que impiden aumentar el déficit en tiempos de recesión, o en dedicar un presupuesto extraordinario a defensa, pero diferirán en la aplicación de medidas de austeridad a una población ya muy castigada por la crisis, que podrían favorecer a AfD. Además, estas decisiones afectarán también al resto de la Unión Europea.

El nuevo Gobierno tendrá que abordar la posición de Alemania ante la nueva situación internacional, trastornada por la violenta y unilateral irrupción del reelegido presidente de EE.UU., Donald Trump, en los asuntos europeos, como su radical cambio ante la guerra en Ucrania. Resulta inadmisible para Alemania —como para el resto de Europa— que Trump pretenda llegar a un acuerdo con Rusia, aceptando todas sus tesis y exigencias, sin contar con la víctima, Ucrania, ni con sus aliados europeos. Además, el consejero áulico de Trump, Elon Musk, se inmiscuyó en la campaña electoral apoyando descaradamente a AfD, y su vicepresidente, J. D. Vance, llegó más lejos permitiéndose criticar la democracia alemana y europea en la conferencia de seguridad de Múnich. Esta injerencia es intolerable para Alemania y provocará probablemente un enfriamiento en las relaciones de Berlín con Washington, y una mayor implicación de Alemania en los asuntos estrictamente europeos.

En estos tiempos tormentosos e inciertos, cuando las naciones europeas sufren la animadversión del máximo dirigente del país que creían su principal aliado, cuando la extrema derecha avanza en todo el continente proclamando un ultranacionalismo divisivo y hostil hacia la idea del proyecto común, haciéndonos aún más vulnerables, la Unión Europea necesita más que nunca una Alemania fuerte y estable, con voluntad de liderazgo, que contribuya a alcanzar la autonomía estratégica imprescindible para defender los intereses y valores europeos. Esperemos que el nuevo Gobierno de coalición alemán sea capaz de asumir, junto con sus socios, esta responsabilidad.