Deuda con objetivos y un obelisco

Simón Rego Vilar EL EXPERTO

OPINIÓN

MARISCAL | EFE

27 feb 2025 . Actualizado a las 10:40 h.

La sabiduría mariñeira galega recuerda con cierta nostalgia aquellos avisos a navegantes que permitían la actualización permanente de las cartas náuticas a través de boletines periódicos que otorgaban certezas en tiempos de turbulencia. Planificar travesías en «aguas desconocidas» tiene sus riesgos, y, por lo que se ve, en esta época de «incertidumbres excesivas» parece que esta será la nueva normalidad por mucho tiempo. Especialmente recordando aquella máxima tan vigente todavía en la gestión pública de la agenda por la eficiencia de nuestros días: los pecados de comisión están por todos lados, mientras que los pecados por omisión no existen.

Partiendo de lo anterior y del reconocimiento de la dificultad de proponer soluciones en tiempos de «problemas imposibles», quizás sería recomendable que las decisiones se piensen no solo desde lo sustantivo, sino acompañadas de su correspondiente adjetivo. En otras palabras, si la condicionalidad que aceptamos sin reparos en la Unión Europea o a nivel local, a través de la coordinación de las políticas económicas en el marco del semestre Europeo o la vinculada a reformas e inversiones de los fondos Next Generation EU o al respeto al Estado de derecho —la factura para Hungría en este ejercicio asciende a 1.040 millones de euros de fondos europeos—, debería aplicarse también cuando se plantean soluciones en relación con la deuda de las Administraciones territoriales. Por ejemplo, a través de la condicionalidad fiscal o políticas de cohesión territorial, más allá de los fondos europeos —compensación interterritorial en palabras del artículo 158 de la Constitución española— . Es decir, anudar compromisos a las soluciones relativas de hoy o, cuando menos, aplicar la máxima de «cumplir o explicar».

A la postre, de lo que se está hablando es de hacer frente al «riesgo moral» de soluciones del presente, para evitar que se reproduzcan en un futuro, si de lo que se trata es de salir de la lógica del prestamista de último recurso para pasar a la de, en palabras de Mazzucato, «inversor de primera instancia» en aras de un crecimiento inclusivo y sostenible económica, pero también social y ambientalmente.

El horizonte del debate acerca de las reglas fiscales e instrumentos de hoy no nos puede hacer perder el norte en torno a la preparación urgente de la respuesta a los retos que vienen de la mano de las nuevas realidades demográficas, la transición de «las pirámides poblacionales a obeliscos» —la población europea mayor de 80 años está previsto que llegue a representar un 15,3 % de la población total— con las implicaciones que conllevará desde el punto de vista de la respuesta desde lo público a los retos de la sociedad del envejecimiento.

En resumen, buen camino a la búsqueda de soluciones desde el enfoque del enjambre y más allá del recetario habitual, que estamos viendo por otros lares, de dietas Twitter de reducción de peso mediante la supresión de órganos vitales, pero no estaría de más que se usen los adjetivos en dichas soluciones, porque las pirámides poblacionales van camino de convertirse en obeliscos. Más pronto que tarde.