La miastenia gravis: una enfermerdad tratable poco conocida
OPINIÓN

La asistencia eficaz a las enfermedades que afligen al ser humano depende en muchos casos del reconocimiento, por el propio paciente, de síntomas que advierten de su presencia; unas veces son manifestaciones graves que no pasan desapercibidas, pero en otras ocasiones la sutileza con que comienzan puede ser malinterpretada o atribuida a problemas triviales no merecedores de una consulta médica, retrasándose el diagnóstico y el tratamiento.
En la divulgación de los conocimientos médicos, la prensa tiene un valioso papel didáctico para la población general. Hay enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson, la esclerosis múltiple o los ictus, más o menos populares para la mayoría de personas interesadas en la información. A este grupo de procesos conocidos se ha añadido recientemente la ELA, siglas de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad que por provocar parálisis y atrofia progresiva de los músculos ha motivado tantas discusiones en el ámbito político para implantar medidas de ayuda a sus víctimas.
En cambio, hay un gran desconocimiento de otra enfermedad neurológica, la miastenia gravis, que afecta a 20 personas de cada 100.000, de cualquier edad. Se estima que la padecen en España 15.000 personas, y que cada año se diagnostican unos setecientos casos nuevos.
La miastenia se inicia como una debilidad de músculos que aparece con la repetición de los movimientos y disminuye con el reposo. A medida que se realiza una actividad se produce una fatiga progresiva de los músculos que llega a paralizarlos. Los síntomas dependen del grupo muscular afectado. En la mayoría de casos, los primeros que se alteran son los de los ojos, y ocurre una visión doble y cierre de los párpados, que se hace mayor al transcurrir el día, y mejora después del reposo. Pueden afectarse los músculos que intervienen para hablar, masticar y tragar; con la repetición de la actividad el enfermo puede ser incapaz de beber o continuar conversando. La fatiga de los músculos de las extremidades impide el ejercicio físico prolongado. En los casos más graves se paralizan los músculos respiratorios, con amenaza para la vida.
La miastenia se produce por una alteración en la transmisión neuromuscular, es decir, en el lugar donde el impulso nervioso para los movimientos se traslada a los músculos y origina su contracción. La actividad eléctrica de los nervios libera una sustancia química, la acetilcolina, que estimula la respuesta muscular al unirse a unos receptores en su membrana. Un trastorno autoinmune origina la aparición de anticuerpos que bloquean a esos receptores de acetilcolina, impidiendo su activación.
La miastenia es una enfermedad compleja, de diagnóstico relativamente sencillo y con tratamientos eficaces para su mejoría o curación.
Es importante sospechar la enfermedad y buscar ayuda especializada ante síntomas como el descenso de los párpados, visión doble, alteraciones para articular palabras o para deglutir alimentos o fatigabilidad muscular excesiva, y tener presente que pueden presentarse crisis agudas de agravación que comprometen la vida del paciente, justificando el calificativo de «gravis», y que requieren tratamiento urgente.