
Después de la Segunda Guerra Mundial, los ciudadanos europeos hemos disfrutado de una muy confortable relación entre nuestras naciones. Algo que parece haberse alterado con la invasión de Ucrania por Rusia y con las equívocas manifestaciones de Donald Trump al frente del Gobierno de Estados Unidos, que han provocado una especie de tensión geopolítica en Europa.
Salimos así de una conciencia de «seguridad occidental» para sumergirnos en una especie de alejamiento de EE.UU., país que parece haber abandonado su función protectora de los aliados europeos en una especie de distanciamiento todavía indefinido, pero ya perceptible en las declaraciones de Trump.
Las encuestas realizadas en países europeos desvelan una opinión mayoritaria en el sentido de que Trump está poniendo en peligro la paz y la seguridad de Europa. Una opinión que comparten la mayoría de los británicos, alemanes, franceses, españoles, italianos y, en general, los habitantes de todos los países de la Unión Europea.
Las respuestas más positivas, no obstante, también provienen hasta el momento de los países europeos que, sin depender de Estados Unidos, se están movilizando solidariamente en torno a un propósito común, que de momento es también una credencial y una esperanza muy estimuladora.
En el tiempo presente, la palabra clave sigue siendo Ucrania, la nación europea donde sigue en curso una invasión rusa que dura ya tres años. La nueva relación de EE.UU. y Rusia, en unos estadios todavía equívocos, pudiera estar desbrozándose en virtud de la propia amistad que parece unir a Putin y Trump.
La realidad, no obstante, parece apuntar hacia unos cambios aún indefinidos, pero que ya pueden intuirse, sobre todo en el modo de proceder de Trump respecto a una Ucrania que busca un alto el fuego con Rusia. A ver.