
Las opiniones son libres. Y los hechos son sagrados. Decía un famoso aforismo periodístico. Sánchez cree que puede seguir sin Presupuestos y que esa circunstancia no afecta para nada a los ciudadanos ni a la gobernabilidad. Es su opinión. Los hechos dicen que no pensaba así cuando era la oposición a Rajoy: «Un Gobierno sin Presupuestos no gobierna nada. La respuesta del presidente del Gobierno no puede ser que, si no se aprueban, por primera vez en la historia de nuestra democracia se van a prorrogar por segunda vez. Y si no los saca adelante, yo en su lugar anticiparía las elecciones». Son sus palabras, no las mías. Es lo que le pide el ahora líder de la oposición, Núñez Feijoo. La realidad es circular y tozuda. Hechos son que en siete años en el Gobierno desde la moción de censura el presidente Sánchez solo ha aprobado en tres ocasiones las cuentas, salvo que logre sacar un conejo de la chistera antes de junio y consiga el sí para sus cuartas cuentas.
Desde Moncloa ya han cambiado el relato y alejan esa posibilidad, ante la evidencia de que vendiendo humo solo tienen que perder. Sus socios, Sumar, IU y Podemos, le piden que lo intente, que le obliga la Constitución. Pero Sánchez sabemos que no pierde ni un segundo en lo que tiene claro que no va a ninguna parte. Es inflexible. Sus apoyos lo necesitan sentándose a negociar. Es su momento de sentirse importantes en un Ejecutivo en el que hace tiempo que solo manda el que está aparentemente al mando. Los demás son actores cada vez más secundarios, absolutamente circunstanciales. De los nacionalistas vascos y catalanes sabe que tiene en el saco a Bildu y a ERC. El PNV se le escapa en alguna ocasión. En pocas. Y luego están Junts y Puigdemont, que es la clave de bóveda de todo lo que está sucediendo en España de un tiempo a esta parte.
Puigdemont se les fuga cada vez que le da la gana. Puigdemont no es el presidente en el exilio de Cataluña. Es, desde que empezó esta legislatura caótica, el jefe en la sombra del Ejecutivo de Madrid. En esta vida, todos tenemos un jefe con el que nos podemos llevar mejor o peor. Pues el de Sánchez hace tiempo que es Puigdemont. Es él quien le marca el paso. Y el único que le hace cambiar sus guiones.
Dos son las teorías de Moncloa para sostener el tinglado sin cuentas. Una, que la economía española va bien. Y dos, que la Unión Europea va a volver a abrir la mano con los fondos por la política de rearme o de seguridad, como lo prefiere rellamar Sánchez. España va bien si Sánchez está al frente (con permiso de Puigdemont). Ese es el mensaje a reiterar. Dicen que ya han sacado adelante los derechos y las leyes que más les importaban y que siempre tienen a mano los decretos ley para lo que sea menester. También le había afeado el Sánchez opositor a Rajoy que no llevase temas trascendentales por el Congreso. El rearme o la seguridad de España no deben de serlo.
El PSOE no quiere más votaciones imposibles de sacar adelante en el Congreso. Ya ha perdido demasiadas en lo poco que llevamos de ciclo parlamentario. El día que salvó la investidura, Sánchez se domicilió en Waterloo.