El lápiz global y los muros de Donald Trump

Santiago Calvo
Santiago Calvo EL LIBERAL

OPINIÓN

Carlos Barria | REUTERS

09 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Donald Trump ha decido construir muros en el terreno comercial con la promesa de proteger la economía estadounidense. Pero la imposición de aranceles es un dislate económico. El presidente norteamericano ha apostado por una política comercial proteccionista, prometiendo revivir sectores industriales mediante altos impuestos a las importaciones. Sin embargo, la realidad económica es más compleja y mucho menos indulgente que sus promesas electorales.

La economía global no es un juego de suma cero, en el que para que uno gane otro deba perder. Trump ha defendido que los déficits comerciales son perjudiciales y deben corregirse mediante barreras comerciales. Esta visión ignora la esencia misma del comercio internacional: la especialización y la interdependencia global de las cadenas de valor. Milton Friedman, con su célebre metáfora del lápiz, ilustró perfectamente esta compleja red de interacciones económicas. Ningún país es autosuficiente, y cualquier intento por sustituir productos internacionales por nacionales genera inevitablemente costes adicionales.

Cuando Friedman señalaba que «no hay una sola persona en el mundo que pueda fabricar por sí sola un lápiz» resaltaba cómo en la producción de un objeto aparentemente simple participan innumerables actores, materias primas y procesos de distintos países. La madera puede proceder de Canadá, el grafito de China, la goma de Malasia y la pintura de Alemania. Esta realidad refleja la ventaja del comercio internacional: cada país aprovecha sus ventajas competitivas, proporcionando productos mejores y más económicos para todos. Al romper artificialmente este flujo mediante aranceles, Trump no ha hecho más que proteger a los consumidores de precios bajos.

Y es que, aunque los aranceles puedan parecer beneficiosos para ciertos sectores protegidos en el corto plazo, su impacto global es profundamente negativo. No solo encarecen los productos para los consumidores, sino que generan ineficiencias al forzar a las empresas a reemplazar proveedores competitivos por alternativas más caras y menos eficientes. Además, desencadenan represalias de otros países, sumergiendo al mundo en una guerra comercial donde todos pierden.

Un ejemplo cotidiano desmonta con facilidad la lógica simplista de buscar superávits comerciales con absolutamente todos los países. Cualquier persona tiene un déficit comercial permanente con su peluquero o con el supermercado donde compra habitualmente, sin que esto sea problemático ni necesite corrección alguna. El mismo principio rige en el comercio internacional: cada país se especializa en lo que hace mejor y comercia para adquirir lo que otros hacen mejor.

Existe un amplio consenso económico sobre las ventajas del libre comercio. Incluso Elon Musk, quien inicialmente apoyó algunas medidas de Trump, ha acabado criticando su política arancelaria, recurriendo precisamente al vídeo de Friedman para ilustrar su postura. En definitiva, la apuesta por los muros comerciales ignora la esencia de la economía global. Construir barreras comerciales artificiales es tan absurdo como intentar fabricar en solitario ese lápiz global que utilizamos todos los días, sin reparar en la maravilla económica de la cooperación internacional.