Uno vuelve con cierta tristeza a casa por cómo algunos ciudadanos califican al ministerio fiscal con cierto escepticismo por el proceder de su jefe. Con independencia de lo que decidan quienes lo están investigando, pues también a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, hay que aplicarle la presunción de inocencia, en mi opinión tenía que haber dimitido para preservar el buen nombre de esta institución.
La jefatura de la Fiscalía General del Estado es un cargo político, de esos de hoy te nombro y mañana te ceso, pero el resto de miembros de la carrera, tras superar una complicadísima oposición, visten día a día la toga en todos y cada uno de los juzgados del país promoviendo e impulsando la acción de la justicia, asegurando la legalidad e imparcialidad del funcionamiento de la misma y la protección de los derechos de algunos colectivos como menores, personas con discapacidad, etcétera. La fiscalía es un engranaje fundamental de la maquinaria de la justicia. Dejémosles trabajar sin presión alguna, que ya tienen bastante con su día a día.