
Sobran pisos y faltan euros
Si uno mira cualquier portal inmobiliario verá que hay cientos de viviendas anunciadas en todos los concellos. Cosa diferente es que en los núcleos urbanos los propietarios, legítimamente y motivados por la alta demanda, pidan más de lo que la mayoría puede pagar; o que las casas ubicadas en el medio rural requieran una fuerte rehabilitación para alcanzar los estándares de bienestar actuales, pero no faltan casas.
A principios de los 80 los sueldos de este país eran bajos, acceder a un crédito tenía condiciones más duras que las actuales y, además, los intereses estaban al 17 %. Sin embargo, la mayoría de los obreros (no hablemos ya de las clases acomodadas) accedían a una vivienda. La clave era el famoso pluriempleo por el que, por ejemplo, un tornero pintaba pisos en la tarde-noche y los fines de semana.
Es curioso que hoy, cuando todas las empresas y usuarios nos quejamos de la falta de mano de obra, también lo hacemos del bajo poder adquisitivo de los salarios, pese a que hay un alta oferta de oportunidades para ganar un sobresueldo y poder así acceder a la tan, supuestamente, ansiada vivienda.
Todo esto sin contar que una casa en el medio rural permite tener una gallinas, criar un cerdo al año y plantar un pequeña huerta, lo cual constituye otro sobresueldo añadido. ¿Faltan casas o ansia por ellas? Roberto García Fernández. Moeche.
Ayudar a los que ayudan a los mayores
Permítanme, por un momento, recordar a nuestros mayores. A aquellos que nos entregaron su vida y una nación mucho mejor que la que nosotros dejaremos a nuestros hijos; que hoy esperan el final lejos, en muchos casos, de sus seres más queridos, que no pueden mantenerlos a su lado por muchas circunstancias. Pero, sobre todo, permítanme recordar el constante grito de alarma de los trabajadores que los cuidan, que nos avisan de la inoperancia y dejadez de los que los mandan, con el peligro para nuestra sanidad pública. Ya que no se preocupan de ayudar a aquellos que están ayudando a los que más lo necesitan, a aquellos que nos trajeron al mundo, deberían dar un paso a un lado. A esas personas, y no a las que mandan, gracias infinitas por seguir luchando y defendiendo a los que no pueden hablar y mucho menos defenderse. Andrés Nidáguila Casal. Pontedeume.