
La paradoja es una figura literaria que, por su dificultad circunstancial, no goza del reconocimiento que merece. Borges escribía desde la paradoja y concebía el infinito como la paradoja permanente. Algunos lo llamaron, con razón científica, el filósofo de la paradoja.
El espacio de esta columna no es suficiente para que intente argumentar las relaciones de la obra del maestro argentino, que se murió sin recibir el premio Nobel, y el arte de la contradicción. Sin embargo me ha venido el maestro a la cabeza después de escuchar, y padecer en ocasiones, el debate sobre el estado de la autonomía o de política autonómica. Alfonso Rueda ha estado a la altura de lo que Galicia espera de él: por eso Galicia, hace poco más de un año, le otorgó una holgada mayoría absoluta. Desde la serenidad y el temple que le son propios desgranó todo lo realizado y todo lo que queda por realizar. Lo hizo sin demagogia, con hechos y números, serenamente. Enfrente, la oposición. Y aquí es dónde cobra fuerza la conspicua construcción de la paradoja. Porque ¿quién puede pensar que no es una paradoja elemental que los responsables de la ley de vivienda más disparatada de la historia de España, el Partido Socialista y sus socios, se vistan con el oropel de la vivienda en Galicia? Yo escuchaba a Gómez Besteiro y pensaba que Gómez Besteiro era Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, quizá una mixtura de ambos. Tuve momentos de seria confusión. Sin embargo era él. Él quien hablaba de soluciones para el problema de la vivienda. Él, que debió olvidar que el texto que entró en vigor el 25 de mayo de 2023 ha resultado un fiasco. No lo digo yo. No es mi opinión. Es lo que dicen las cifras: incontestables. La oferta se recortó y, lógicamente, los precios subieron. Es una ley que no va a favor de los alquileres más baratos, sino en contra de los propietarios. Y así le ha ido a la ley. Y así le va a los ciudadanos que tienen necesidad de vivienda. Pese a ello, los socialistas gallegos presumen de ley y, obviamente, presumen de presidente del Gobierno: lleva siete años en el cargo y el problema de la vivienda no ha dejado de empeorar. Quizá la culpa es del PP. Probablemente.
Continúo dando cuerda al título de este artículo. Si la paradoja de la vivienda es sobresaliente, el empuje y fervor de Ana Pontón con respecto a la industrialización gallega alcanza la matrícula de honor. La cúspide de toda contradicción.
El partido que abandera el «no» al funcionamiento de una fábrica que creará miles de puestos de trabajo en Galicia, es el que también reclama en sede parlamentaria industrializar Galicia, modernizarla, dotarla de futuro. Es el mismo «no» que aún resuena en la memoria con respecto a la autopista del Atlántico («unha navallada no corazón de Galicia», decían algunos). Es la paradoja perfecta. Borges hubiese disfrutado mucho escuchando el debate del Hórreo. Fue la contradicción (el contrasentido, diría el maestro) elevada a categoría política.