
Hace unos días fueron noticia dos sucesos muy importantes dentro del ámbito de la inteligencia artificial. Por una parte, Open AI presentaba su nuevo modelo de ChatGPT de escritura creativa. Los resultados de este nuevo modelo han sido realmente impresionantes. Textos que asombran a escritores no solo por su calidad literaria sino por su capacidad de emocionar al lector. Leer alguno de estos relatos creados artificialmente causan una mezcla de asombro y estupefacción. Nadie a día de hoy es ya capaz de distinguir un relato escrito por una IA de uno escrito por un humano. La segunda noticia ha sido el descubrimiento de que detrás de las famosas teorías del filósofo chino Jianwei Xun estaba realmente un periodista italiano que escribía con ayuda de la IA sin que nadie lo supiese. Su libro, titulado Hipnocracia, consiguió gran relevancia en círculos intelectuales hasta ser considerado uno de los libros del año por los expertos. Por su relevancia bien podría convertirse en uno de los primeros fenómenos literarios generados por una IA que sale a la luz.
Recuerdo hace un par de años cuando salieron las primeras aplicaciones de inteligencia artificial generativa que creaban ilustraciones. Muchos ilustradores profesionales se reían de la torpeza de esas primeras imágenes y de cómo tenían problemas, por ejemplo, a la hora de generar manos de cinco dedos. Mucha gente escribía en redes sociales sobre la imposibilidad de que una máquina pudiera crear imágenes con la misma emoción y calidad que la que puede hacer un ser humano. Otras personas vimos en aquellos primeros balbuceos tecnológicos un aviso del tsunami que se nos venía encima. Pues bien, ya podemos decir que a día de hoy una IA artificial es capaz de escribir y dibujar mucho mejor que muchos humanos. Ya no es que sea imposible distinguir un texto realizado artificialmente de uno escrito por una persona, sino que lo que escribe está muy bien escrito, es interesante y, lo más inquietante, puede llegar a emocionar. Y lo mismo podríamos decir ya de otras disciplinas como la música, la ilustración, la poesía u otras que casi seguro vendrán en el futuro cercano, como por ejemplo el cine, la arquitectura, el periodismo o la escultura. A esta situación se ha llegado básicamente por dos razones: muchas empresas han robado imágenes, textos y vídeos en lo que ha sido el mayor expolio de derechos de autor de la historia de la humanidad; y la segunda razón es que ningún Gobierno ha podido o querido hacer respetar las leyes vigentes en cuanto a protección del patrimonio cultural.
Llegados a este punto, nos encontramos un panorama totalmente inédito a nivel cultural. Y a mí, como artista, me asaltan muchas dudas: ¿tiene sentido que los artistas sigamos dibujando, escribiendo o componiendo música cuando las máquinas lo acaban haciendo mejor que nosotros y además mucho más barato? ¿Estamos trabajando para nuestros clientes o para entrenar modelos de IA? ¿Estamos asistiendo a la muerte del artista como profesión? ¿Cuántos libros generados por IA hay ya en las librerías sin que nosotros lo sepamos? ¿Y cuántas canciones en nuestras bibliotecas musicales? ¿Le importa al público que detrás de una obra artística haya un ser humano? ¿Es importante para el patrimonio cultural mundial? ¿Vamos hacia un futuro en el que los productos culturales van a ser mayoritariamente generados artificialmente? ¿Podemos hacer algo para evitarlo? ¿Debemos hacer algo?