El bien vencerá al mal, lecciones de diplomacia y geopolítica

Nieves Lagares
Nieves Lagares Diez EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO

OPINIÓN

Claudia Greco | REUTERS

09 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No hubo sorpresas. Las apuestas estaban repartidas, dirigidas en dos direcciones: primero, la elección iba a ser ayer; segundo, recaería sobre un cardenal cercano a Francisco. Y así fue.

Esta vez, el Espíritu Santo se alió con la curia vaticana y convenció a los cardenales de que debían continuar la obra de Bergoglio. Un papa estadounidense, con conocimiento del mundo latino, y que ha querido ofrecer su primer mensaje en italiano y español, haciendo ver al mundo su identificación con su diócesis de Perú.

La Casa Blanca ha tomado nota de la primera intervención papal, que no pronunció un America first sino un Chiclayo first, y a través de Chiclayo se unió a los desposeídos de la tierra. Robert Prevost, un cardenal joven y capacitado, seguro y firme, acostumbrado a lidiar desde muy joven con problemas importantes, es la apuesta de la curia vaticana que rodeaba a Francisco para afrontar problemas geopolíticos de nuestro tiempo. Probablemente, el único que puede ponérselo difícil a Trump, con quien, sin duda, tendrá que tener acercamientos pronto.

No eligió un nombre al azar —León, el último gran reformador— y no dejó de manifestar su continuismo con Francisco, pero tampoco quiso atarse a la simbología de Bergoglio, solo a medias.

Es un papa diferente, más refinado, no busca tanto el impacto de los anuncios, pero es mucho más fuerte a la hora de controlar la Iglesia. Si en algún momento ha habido una posibilidad real de reformas en la Iglesia es este. Francisco fue el anunciador, el que va delante abriendo camino, pero llega un guerrero, de buenas maneras pero de pulso firme.

Nadie esperaba que Francisco fuera más allá de donde fue, pero la elección de Prevost convierte a Francisco en un estratega de primer nivel, como ya adelantó San Pedro en las tertulias celestiales, cuando le dijeron que habían elegido un papa argentino. Este nos la lía, dicen que dijo, y sí, nos la ha liado.

Dos palabras fundamentales en su primer discurso, «todos» y «paz». No se anduvo con gaitas, «Dios nos ama a todos incondicionalmente», tal y como había ya dicho Bergoglio, y esa incondicionalidad del amor de Dios no es otra cosa, si me lo permiten, que la Iglesia de la inclusión, el valor de la democracia de nuestros días. Es una declaración de principios frente al sectarismo y la exclusión, frente al nativismo social y espiritual, es la apertura de puertas de la Iglesia a los que no son, a los que no somos, porque aunque no seamos, es de todos.

En el primer minuto de su discurso, León XIV echó por tierra las pocas expectativas que pudieran tener los que esperaban retornar de Francisco. Es otro papa, diferente, no tan empático, menos cercano, pero es un constructor y a la vez un tanque, no le va a temblar el pulso en su apuesta por la paz.

El bien vencerá al mal, no le son ajenas ni la diplomacia ni la geopolítica, y no es un recién llegado, emerge del seno de la organización de la Iglesia y su equipo ya está alineado, hace tiempo.