El factor humano: Zelenski-Putin

Juan M. Bautista Jiménez

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

16 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los medios de comunicación nos anuncian el momento clave para que en Estambul se inicien conversaciones directas entre Ucrania y Rusia con el fin de lograr la paz. Ya hubo conversaciones en el mismo lugar tras los dos primeros meses de la agresión. Entonces, Kiev se encontraba bajo asedio de las tropas agresoras de Rusia y en posición cercana al jaque mate. Ayer Zelenski ya estaba en Ankara y se reunió con Erdogan que, una vez más, ejerce de anfitrión, mientras espera a que Putin llegue. ¿Que ha podido suceder para que nos encontremos de nuevo mirando a Estambul? Zelenski trata de adaptarse a las nuevas reglas de juego que ha impuesto Trump, desde la presidencia de una gran potencia, devenida en imperio, que aspira a la hegemonía mundial. O al menos a compartirla bajo su batuta con otros regímenes autoritarios.

El episodio de extorsión y humillación que Trump y su secuaz Vance practicaron sobre Zelenski en el despacho oval seguramente le ha servido de experiencia catalizadora. Por esta razón, ha decidido continuar la partida de ajedrez contra Putin y Trump en otro tablero que le resulta más familiar. Como actor profesional, el presidente Zelenski combate ahora la personalidad de sus antagonistas. Así, Trump se haya preso de su obsesión con poner fin al conflicto. No para impedir el derramamiento de sangre, como él proclama, ni para alcanzar la paz (en la que no cree) sino para alimentar su ego de hombre providencial y mesiánico. El nuevo emperador (Xi Jinping es el otro) necesita que el resto del mundo compruebe que él cumple sus promesas. Aun a costa de ejercer presión solo sobre la víctima de la agresión rusa, Ucrania, al responsabilizarse de la continuación de la lucha por no haberse rendido a tiempo.

Tras haber logrado escenificar el sábado pasado el apoyo de los líderes europeos y con llamada conjunta de teléfono a Trump, Zelenski insistió en proponer un alto el fuego total de 30 días. Ahora sin condiciones previas, tal como exigía el Kremlin. En caso de negativa rusa se establecerían nuevas sanciones por los países europeos. Desmantelado el enroque «sin condiciones previas» de Putin, este decide responder con un órdago acorde con su personalidad. Acepta iniciar conversaciones directas desde el 15 de mayo bajo la mediación de Turquía. En su mente, soñaría quizás con una lucha individual con cuchillo retransmitido por televisión. El movimiento lo ejecuta en la madrugada europea del domingo. Lo intempestivo de la hora no lo es tanto si pensamos en que la jugada se realiza para beneplácito de Trump que, en su horario habitual, celebra la situación y hasta anuncia su aparición en Estambul para refrendar «su» acuerdo.

En la práctica diplomática del Derecho Internacional no se celebran reuniones al máximo nivel sin que previamente los sherpas de cada país hayan allanado el camino para asegurarse el éxito de la negociación, que será inmortalizada en una foto oficial con el apretón de manos. Cuando Putin revise su decisión, seguramente no acudirá y enviará una delegación de segundo nivel para seguir ganando tiempo. La partida sigue en tablas, pero el cansancio es ucraniano y la iniciativa rusa. Si no va Putin, tampoco lo hará Trump. Se trata, como escribió Graham Greene del factor humano.