¿Es bueno utilizar los premios en la educación?

Diego Emilia Redolar Ripoll DOCENTE DE LOS ESTUDIOS DE PSICOLOGÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA

OPINIÓN

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CARMELA QUEIJEIRO

19 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Para poder contestar a esta pregunta, primero me gustaría explicar el efecto que tienen los premios en nuestro cerebro. En el sistema nervioso del ser humano, hay una red de neuronas que conforman lo que denominamos el sistema neural del refuerzo. Esas neuronas nos informan de aquello que es importante y gratificante para nosotros, ya sean manifestaciones culturales como escuchar música o contemplar un cuadro, como estímulos biológicamente gratificantes como, por ejemplo, la comida. En esa red, un conjunto de neuronas desempeñan un papel crítico, a saber, el denominado núcleo accumbens. Se ha visto en estudios con animales en los que se bloquea el efecto de la dopamina en el núcleo accumbens cómo disminuye la cantidad de esfuerzo que estos están dispuestos a realizar para conseguir una recompensa.

Sabemos que el sistema neural del refuerzo puede aprender en función de las experiencias que tengamos del entorno. En este contexto, nos podríamos plantear si es adecuado premiar a una niña o a un niño por hacer una determinada tarea con un premio. En una investigación realizada por el neurocientífico Kou Murayama en el 2010 a través de neuroimagen funcional, los participantes en el estudio tenían que jugar a un juego muy sencillo: detener las manecillas de un reloj, en movimiento rápido y constante, en un número concreto de la esfera. La tarea se tenía que realizar en dos días consecutivos. El primero, los investigadores formaron dos grupos: unos participantes realizaban la tarea sin recibir nada a cambio y a los otros se les pagaba cada vez que conseguían parar las manecillas del reloj en la hora señalada. En ambos grupos se activó el núcleo accumbens, dado que los participantes encontraron la tarea gratificante en sí misma e intentaron hacerla bien. En el caso de los miembros del segundo grupo, además se les recompensaba con dinero si lo conseguían.

El segundo día, ambos grupos repitieron la tarea en las mismas condiciones, con la diferencia de que a los participantes que habían recibido dinero el día anterior, si hacían bien la tarea, en la segunda sesión no se les pagó nada. ¿Qué sucedió? Los del primer grupo, a los que en ninguna de las sesiones se les dio dinero por acertar, continuaron mostrando una activación del núcleo accumbens, lo que demostraba que la tarea continuaba siendo gratificante para ellos. No obstante, en los del grupo que se les pagó en la primera sesión si lo hacían bien, pero no cobraron en la segunda, no se activó el núcleo accumbens, dado que habían perdido la motivación intrínseca para acertar. Analizando los resultados de forma global, podríamos decir que si queremos que alguien realice determinada tarea de forma continuada, no sirve recompensar una vez, ya que esto puede tener efectos negativos y hacer que pierda la motivación por hacerla. Sería más conveniente conseguir que la tarea en sí fuera gratificante para la persona, sin necesidad de darle una recompensa externa.

En un contexto educativo, en lugar de premiar con objetos, podemos hacer que la tarea sea divertida o significativa para el niño. Es necesario cambiar el chip y proponer juegos asociados a las tareas cotidianas, dado que puede ser más efectivo que ofrecer una recompensa material. Cuando yo tenía 10 años, mis padres me enseñaron a recoger los juguetes emulando que yo era una grúa gigante que tenía que colocar cada juguete en el estante correcto. Realmente funcionó y no dejé ni un solo día de recogerlos: siempre era divertido y gratificante para mí.