
Las calles desiertas debido a la fuerte canícula que, en mayo, ya alcanzan los 38ºC, la escasez de coches circulando y el silencio sepulcral que se percibe rodeados de una persistente calima, debido al polvo en suspensión proveniente de los desiertos circundantes, le dan un aire fantasmal a la localidad que simboliza la tragedia de los ciudadanos kurdos en Irak.
Halabja, el pequeño pueblo que fue sacudido por una de las peores agresiones llevadas a cabo por el antiguo régimen de Sadam Huseín, todavía no se ha recuperado de la masacre que barrió del mapa familias enteras y destruyó a muchas más.
Mientras las noticias sobre los ataques sobre Gaza ocupan las portadas de muchos medios de comunicación, los habitantes de Halabja que han acogido de forma tan calurosa, generosa y atenta a la delegación de profesores españoles que hemos participado en el que esperamos sea el primer simposio internacional sobre los vínculos políticos, históricos y culturales entre los pueblos de habla aria y los de lenguas ibéricas, recuerdan las similitudes con lo acontecido aquí entre el 16 y 19 de marzo de 1988 ante el silencio absoluto de la comunidad internacional. Más de 5.000 personas murieron de manera instantánea como consecuencia del bombardeo con armas químicas y más de 10.000 heridos sobrevivieron con secuelas físicas y mentales que todavía se acusan hoy.
El guía que nos acompañó, durante la obligada visita al museo memorial de Halabja, nos comentó que él, como muchos otros se salvaron, por haber salido de la localidad una o dos horas antes para dirigirse al colegio, el médico o hacer otras gestiones fuera de la misma. Ya no volvió a ver a su familia. Otro miembro del grupo de profesores kurdos con los cuales compartimos debate, apenas si podía contener las lágrimas, mientras me narraba su calvario de dos décadas hasta encontrar los cadáveres de su madre y su hermano no nacido para darles una digna sepultura. Todavía hay muchas fosas comunes que no han sido abiertas. Los cuerpos fundidos no permiten separarlos ni identificarlos.
Halabja intenta recuperarse de manos de una mujer excepcional con la que no pudimos hablar por encontrarse en un viaje institucional en Irán. Nokshia Nasih, la alcaldesa y actual gobernadora en funciones ha logrado que esta pequeña localidad recupere la voz y la esperanza que le fue arrebatada por la tragedia de 1988. Y es que parece que la humanidad no es capaz de aprender las lecciones del pasado y no hace más que repetirlas una vez más, tanto en Gaza, como en Ucrania o Sudán.