Pilinguis

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

28 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Apareció la palabra pilingui como si se hubiese colado por las costuras del tiempo, cuando la prostitución se consideraba una práctica iniciática por la que transitaba todo varón. La palabra puta hubiese sido demasiado incómoda, porque, a pesar de que hay mujeres jóvenes que se la han apropiado para redefinirla, sigue áspera y brutal, embarazosa cuando sus cuatro letras se juntan como si fueran a interpelarte. Pero pilingui parece tener un aroma de inocencia, de entonación Gracita Morales, de campanillas, de guion de Ozores, pilingui, pilingui. Esta vez la dijo una ministra que hablaba del follón de los paradores, ya no sé si de Teruel o de Sigüenza, da igual porque de lo que se hablaba era de mujeres convocadas por alguno de esos gachós que en ocasiones engendra la vida pública y que, además de distraer pasta que no es suya, en algún momento contratan volquetes de putas, recordarán. Es interesante esta vocación por el sexo de pago que tienen los corruptos, quizá porque el que tiene el vicio de mangar tiene también el de dejar cinco mil pavos en una mesilla y luego comentar la hazaña, como haría Dominguín.

La cuestión es que casi cada vez que aparecen pilinguis en los periódicos, suprimidas ya las páginas de contactos, hablamos de persona que en realidad parecen no serlo, como si su función hubiese suplantado a su identidad, pues existen solo en ese ecosistema de suciedades superpuestas. Nunca sabemos los nombres de esas pilinguis, si tienen hijos, si llevan una vida de mierda, si aguantan a muchos asquerosos por velada, no tienen cara, ni derecho al pataleo, ni una reputación que defender. Como dijo el empresario Bari Gianpaolo Taranti, organizador de las fiestas de Berlusconi en Villa Certosa, «la prostitución y la cocaína son la llave del éxito en la sociedad». Seguro que las pilinguis no opinan lo mismo.