
En geología los ríos hacen como los forenses para reconstruir la historia completa del finado. Es el caso del Sil, que lleva atravesando Galicia, de este a oeste, desde que Pangea, formada por la colisión entre Gondwana y Laurussia, comenzó a dividirse. La rotura del megacontinente creó un nivel de base para el agua (es el punto más bajo donde está el mar), y durante el viaje del agua hacia allí se excavan los cauces fluviales. En el caso del Sil, sabemos que hace 200 millones de años el río comenzó a disectar su trazado actual de valle. Por tanto, el río ya existía antes de que la cordillera Cantábrica comenzara a levantarse, hace 60 millones de años, con el inicio de la orogenia alpina. Entre 60 y 40 millones de años, debajo del Sil todo se levantaba y el río, solo por mera supervivencia, comenzó a erosionar todas las rocas acumuladas en su camino. Lo vemos en Covas (Enciña da Lastra), donde el río se encaja en el relleno sedimentario comprimido y replegado por la colisión entre placas, y utiliza las cuarcitas que trae desde el Bierzo con las que excava las pizarras entreveradas con calizas marinas de estromatolitos. Pero lo más conocido del trabajo del Sil es ese largo y profundo canal, en algunos sitios llamado Ribeira Sacra, que comienza en Cobas y acaba en Ribadavia. La primera capa de esa fantástica disección de Galicia tiene varios kilómetros de espesor de pizarras, cuarcitas y calizas, replegados en cientos de pliegues horizontales como se ve en Campodola (Pliegue de Courel). Y el río fue muy eficaz, pues ya nada queda de ese recubrimiento sedimentario entre Ribadavia y el mar. En cambio, el bisturí del Sil ha puesto al descubierto en A Rúa, Ribeira Sacra, y luego entre Ourense y el mar, otras rocas, las primeras formadas en Galicia: los granitos, aunque solo desde As Neves hasta el mar aparezcan libres de sedimentos. Son las últimas rocas en formarse dentro de Galicia, pero gracias al Sil las vemos en superficie. El último tajo del forense lo dio la falla de Porto Tomar, de más de 200 kilómetros de largo, paralela a la costa atlántica. Empieza más abajo de Aveiro (Portugal) y llega hasta la ría de Muros, seccionando el extremo final del Barbanza, donde luego se acomodará la duna de Corrubedo. La falla levantó Galicia, hundiendo más de 50 metros su plataforma continental, cortando longitudinalmente las islas Atlánticas (Cíes, Ons) y las desembocaduras de todos los ríos atlánticos, y en concreto las del Lima y el Miño (Sil), haciendo que ríos que iniciaron su formación hace 200 millones de años perdieran su regularidad y desemboquen ahora en cascada en el Atlántico.
La última subida del nivel del mar, más de 120 metros, desde el final de la última glaciación, ha maquillado el escenario, invadiendo las desembocaduras de los ríos y transformándolos en rías, sumergiendo las cascadas fluviales de más de 50 metros de caída, y dando a la costa un aspecto fiero de erosión marina. Y no es así.