Hacía tiempo que no devoraba un libro, pero con el de Javier Yanguas fue empezar y no poder soltarlo hasta acabarlo. Probablemente porque es mi propio relato, porque las experiencias emocionales que atraviesan sus páginas, sus dificultades, conflictos y contradicciones fueron también las mías. Este libro es una historia de cuidados, los que el autor y su hermana ofrecieron a su madre demenciada; y, lo mismo que en mi caso, un duelo arrancó otro duelo: porque el dolor por la ausencia del padre pasó rápidamente a un segundo plano ante el deterioro cognitivo de la madre. «A esta madre, que era y no era la nuestra, tuvimos que volver a quererla, porque el cuidado, nadie lo dice, es aprender de nuevo a amar».
Somos seres sujetos a vaivenes y sacudidas. Es la fragilidad y la vulnerabilidad. Es la vida misma. Pero no nos gusta lo que huele a viejo; por cierto, el viejo que seremos nosotros, si tenemos suerte y todo va bien. «Ocultamos el cuidado porque vivimos bajo una dictadura de la felicidad que niega nuestra auténtica realidad». ¿Qué es lo fundamental en el cuidado? No dejar de tener alma, un nombre, una historia, la amabilidad y la ternura, el cariño…
El libro Cuando los volcanes envejecen me ha hecho llorar, pero también me ha reconciliado conmigo mismo, porque uno no es infalible y el sentimiento de culpa, por acciones u omisiones, es un puñetero compañero en el arte de cuidar. Hoy como ayer, apuesto por la vida.