El exterminio

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Ramadan Abed | REUTERS

03 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El evangelio de Mateo cuenta que Herodes el Grande, rey de Judea, mandó ejecutar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y en las tierras cercanas, para eliminar al Niño que habían venido a adorar los Reyes Magos de Oriente. El sanguinario Herodes no lo consiguió, pero los exégetas calculan que la matanza de los inocentes, que así fue denominada aquella carnicería, supuso la muerte de 3.000 infantes; 14.000, según la Iglesia griega, y 64.000 a juicio de los cristianos sirios. No hay datos reales del asesinato de los más indefensos, incluso se confunden con las leyendas de los protoevangelios, pero hasta hoy la Iglesia católica los recuerda como los Santos Inocentes.

Siglos después, el exterminio se reproduce en el territorio palestino de Gaza, donde, a sangre fuego, Netanyahu decretó la aniquilación de la totalidad de los habitantes de la Franja palestina, y las batallas de destrucción tras la agresión terrorista del frente militar de Hamás han supuesto la desaparición de más de 50.000 personas, mujeres, hombres y niños.

La ONU estima que tras el asedio por hambre y sed, con la prohibición medieval de impedir la ayuda humanitaria que socorra al pueblo palestino, hay 14.000 niños en riesgo de muerte por inanición y por heridas que provocaron los bombardeos sistemáticos, que han destruido el territorio palestino en un genocidio comparable con la shoah y la terrible memoria de Auschwitz.

Es una guerra contra la infancia y su futuro.

También aquí , como en la política de exterminio decretada en el Berlín de 1943 —la solución final de aquellos años que supuso la cremación de millones de judíos en los hornos de los campos de concentración—, el Gobierno de Israel lanza la ofensiva final denominada Carros de Gedeón, que pretende no dejar rastros habitables de Gaza, ni a ciudadanos vivos, con el silencio cómplice del mundo libre. Al presidente Netanyahu hay que juzgarlo y condenarlo por genocida, aunque no sea políticamente correcto denunciarlo de este modo. Está siendo la exaltación, la apoteosis del exterminio, la ceremonia del horror y de la infamia, una guerra difícilmente explicable que sitúa de nuevo al David indefenso frente al imbatible Goliat. Los niños que han sido abatidos en la Franja de Gaza son nuestros hijos, los santos inocentes.