Lejos de la paz pronosticada por Donald Trump a comienzos de este año, la realidad es que sigue la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Desde Moscú, el presidente Vladimir Putin ha negociado intercambios de prisioneros, pero no ha detenido la guerra. Por su parte, Ucrania ha impulsado un nuevo ataque tras la operación Telaraña y, en su propósito de «forzar la paz con Rusia», ha destruido activos rusos, causando daños en más de cuarenta aviones enemigos. Pero Putin no ha aceptado el final de la guerra en los términos propuestos por Ucrania.
Los últimos ataques rusos se han producido en la provincia de Dnipró, pero también en Kiev, Chernígov y Odesa. Zelenski ha pedido «acciones concretas» para frenar a Putin, pero todo parece indicar que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha desinteresado de sus propias promesas, después de haber afirmado en el mes de enero que su mediación sería decisiva para acabar con esta guerra. La realidad es que el conflicto sigue y que Rusia entró por primera vez en Dnipró con el objetivo de crear «una zona tapón» y asegurar el dominio ruso en Donetsk.
El presidente Zelenski, después de admitir que la situación en el frente «es muy difícil», ha pedido a Estados Unidos y a la Unión Europea unas «sanciones concretas» contra Moscú, para forzar a Putin a optar por la paz. Porque la cúpula militar ucraniana está convencida de que el Kremlin prepara un ataque a gran escala para castigar la operación ucraniana del pasado 1 de junio contra cuatro bases aéreas rusas. El presidente ruso se manifestó dispuesto a negociar e intercambiar prisioneros, pero no está dispuesto a parar la guerra ni a hacer concesiones territoriales.
Por su parte, Ucrania se ha negado a satisfacer la exigencia rusa de retirar sus tropas de cuatro provincias parcialmente ocupadas por el ejército invasor: Donetsk, Zaporiyia, Jersón y Lugansk. Lo que acredita la heroica resistencia de Ucrania, inciertamente amparada por Estados Unidos y por la Unión Europea.