La desconfianza

Diego López Garrido DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN ALTERNATIVAS. DIPUTADO POR EL PSOE EN VARIAS LEGISLATURAS

OPINIÓN

PSOE / EVA ERCOLANESE | EFE

18 jun 2025 . Actualizado a las 10:27 h.

El conocimiento de los audios de la UCO filtrados a todos los medios de comunicación ha producido un sentimiento letal en los ciudadanos españoles: la desconfianza en la política y en los políticos. Ello, a pesar de que no haya un procedimiento judicial abierto ni, por tanto, una sentencia.

En esta ocasión, la brutal corrupción, leída y escuchada, ha sido protagonizada por los dos últimos secretarios de Organización del Partido Socialista, el segundo cargo más importante del partido después del de secretario general. Pero lo cierto es que el efecto en la ciudadanía se extiende al conjunto de la opinión pública española, y probablemente más allá de las fronteras de nuestro país. Se vuelve a oír lo de «todos los políticos son iguales», frase manida sobre la «malvada» política, en cualquier conversación de café. El golpe se extiende a todo el sistema democrático, que tanto esfuerzo ha costado levantar y cuesta mantener. Porque la confianza es el corazón de la democracia, desde que se inventó en la polis griega.

La confianza se logra en la democracia cuando los poderes políticos son elegidos libremente por sus ciudadanos. Me refiero al poder legislativo y al poder ejecutivo, de los cuales emanan las más importantes decisiones de gobierno. Pero también los cargos de los partidos políticos. Sin partidos no hay democracia. Son los elementos articuladores del Estado y de los cuales surgen quienes van a ocupar los cargos públicos. Así, cuando se ha conocido que Ábalos y Cerdán formaban una organización para ingresar mordidas de adjudicación de obra pública, no solo el Partido Socialista, sino el entramado político español, ha quedado herido por la pérdida de la energía que lo alimenta: la confianza del pueblo español en sus políticos.

El presidente del Gobierno y el propio Gobierno, cuya legitimidad no es discutible, se enfrenta, pues, a una tarea fundamental: la recuperación de la confianza en las instituciones de dirección política del Estado español, lo que los italianos llaman el indirizzo político.

No es una tarea fácil. Por eso las medidas a adoptar han de ser convincentes. Pienso que deberían establecerse en una triple orientación, hacia el partido, el Gobierno y el Parlamento. En ese orden. Todo ello, por supuesto, en el caso, ya anticipado, de que Pedro Sánchez renuncie a disolver las cámaras o a plantear una cuestión de confianza. El presidente ha obviado estas figuras constitucionales y eso le obliga a enfatizar la recuperación de la confianza por las vías que he señalado.

En cuanto al partido, es obligada una reestructuración de una ejecutiva en la que anteriormente tenía tanto peso Santos Cerdán, y una investigación sobre las posibles ramificaciones de la corrupción.

En relación con el Ejecutivo, creo que es imprescindible que este órgano apruebe y presente al Congreso un plan de gobierno a desarrollar en los dos años que restan hasta el agotamiento de la legislatura. No tiene que ser difícil, porque la situación económica es muy solvente en el país más progresista de la Unión Europea, que contrasta con la presencia de partidos de ultraderecha en otros gobiernos del continente.

En relación con el Parlamento, el presidente del Gobierno tendrá que hablar en extenso con los grupos parlamentarios que le apoyan —y que nunca votarían a un gobierno PP-Vox en una moción de censura— para el desarrollo del programa del resto de legislatura.

Pedro Sánchez tiene esas cartas. Para que la desconfianza, que hoy caracteriza a nuestro sistema político, deje de presidir la opinión pública en España.