
Sánchez no se va de la Moncloa ni que en palacio sobren motivos para, cuando menos, meditar la retirada. Durante los días pasados hubo quien llegó a dudar sobre la continuidad del presidente del Gobierno, pensando con ingenuidad que al líder de los socialistas le quedaban escrúpulos políticos en su corazoncito de izquierdas. Y no, no está claro si los llegó a tener alguna vez, pero, en cualquier caso, hace ya mucho que sabemos que carece de ellos. Lo supimos con los indultos, con la amnistía, con la colonización de las instituciones y con todo su historial de acciones encaminadas no a la gobernanza de este país, sino a mantenerse en un puesto que, a tenor de su perseverancia, suficientes satisfacciones le debe de estar dando.
Y es que Pedro Sánchez ha dedicado mucho más tiempo a negociaciones cuya única finalidad era la de mantener vivo su Gobierno que a regar a los españoles de derechos y acciones progresistas, de esas que «de verdad mejoran la vida de la gente». El discurso de Sánchez siempre ha sido el considerarse imprescindible para que los españoles alcancen una vida plena de mejoras sociales, amén de ser el último dique de contención que evite la llegada de una ultraderecha demoníaca y corrupta. Pero, ¡ay!, la corrupción, ese mantra tantas veces usado contra la oposición del PP, es lo más transversal que hay. Los golfos han estado omnipresentes en nuestras vidas desde el principio de los tiempos y son unos golfos socialistas los que han puesto a Pedro Sánchez al borde del abismo. Pero no pasa nada, el líder del PSOE puede con todo. No hubo más que ver su intervención tras la ejecutiva de su partido del pasado lunes. Convirtió en un canto a la intolerancia ante la delincuencia que gente de su máxima confianza, nombrada por él, haya estado, presuntamente, robando a manos llenas.
La gran cuestión ahora es el precio que tendremos que pagar todos los españoles para que el presidente del Gobierno siga siéndolo. Su estrafalario grupo de socios-amigos se están frotando las manos viendo la precaria situación de alguien al que ya saben lo que es esquilmar. Junts, ERC, PNV, Bildu, Sumar y Podemos se ven con licencia para apretar las tuercas a niveles inimaginables. Y Sánchez pagará, será por dinero.
Todos estos partidos hicieron mucha sangre en su día con el Partido Popular, especialmente con Mariano Rajoy, por unas corruptelas consideradas por Sánchez como indecentes. De hecho, así calificó al propio líder de la derecha en aquel entonces. El atrabiliario grupo de la investidura no tolera que se robe dinero público en nombre de la derecha. Pero si hablamos de un Gobierno progresista, parece que la cosa cambia por completo. Estos partidos están dispuestos a perdonar incluso que una cuadrilla de puteros hayan pisoteado la dignidad de las mujeres al tiempo que se presentaban ante el público como los grandes defensores del feminismo. Pero para Pedro Sánchez todo vale, menos que gobierne el PP. O, mejor dicho, todo vale mientras él siga acomodado en el palacio de la Moncloa.