De un modo que muchos analistas han calificado de inesperado, Israel e Irán han alcanzado un «alto el fuego total», según anunció el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al referirse a la que llamó «la guerra de los doce días», poniendo así fin a un conflicto bélico que ofrecía el perfil de una «larga campaña». Así lo había evaluado también el jefe del Ejército israelí. Por su parte, Irán había insistido en que la única forma de parar la guerra era que Israel detuviera los ataques.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha señalado que el cambio o la caída del régimen iraní de los ayatolás no sería un objetivo, sino una consecuencia del conflicto. Por su parte, Trump, ha explicado que «esta es una guerra que podría haber durado años y destruido todo Oriente Próximo, pera ya no es así ni lo será».
Irán tiene ciertamente uno de los ejércitos más poderosos de la región, pero Israel cuenta con el amparo estadounidense, sobre todo en esta etapa presidida por Donald Trump. Un tiempo en el que Israel atacó la instalación nuclear de Fordow en un intercambio de misiles entre Irán e Israel.
Todo hace pensar que se necesita más tiempo para encajar las piezas y recuperar la paz. No obstante, la ONU ya ha advertido que el mundo está yendo hacia «un escenario peligroso» y ha asegurado que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares está en evidente riesgo de colapso.
La realidad presente es que Irán e Israel tienen los ejércitos más poderosos de la región. Israel es superior a nivel tecnológico y aéreo, pero su adversario le gana en tropas. Donald Trump ha anunciado un alto el fuego entre ambos países en guerra. Porque los Estados Unidos que abandonaron a Ucrania ante Rusia son los mismos que nunca abandonarán a Israel.