Los legados del profesor José Antonio Redondo

Simón Rego CONSELLEIRO DO CONSELLO DE CONTAS DE GALICIA

OPINIÓN

SANDRA ALONSO

02 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando alguien intenta despedirse, se corre el riesgo de escribir para uno mismo, más que para la persona que nos ha dejado. En el caso de José Antonio Redondo, para los que hemos tenido la oportunidad de disfrutar de su tiempo, sabiduría y paciencia el reto es enorme, por todo lo que hemos aprendido y disfrutado a su lado. Decía María Zambrano: «Sean los últimos años de la actividad de un maestro que ofrece a sus discípulos la totalidad de su mente y de su alma en cada una de sus sencillas palabras». Hoy hablaré solo de un legado de José Antonio Redondo, probablemente el más pequeño, aún siendo enorme y estratégico para la institución. Cualquier comparación con su valía como persona deja ridículo cualquier esfuerzo.

En el pasado mes de diciembre, cuando desde el Consello de Contas presentamos la obra El control externo y el impacto de la prevención de la corrupción. Estudios en homenaje al profesor José Antonio Redondo López, explicábamos la tercera de las «leyes de la política» de Robert Conquest —toda organización burocrática está controlada por una «camarilla de sus enemigos»—, y eso fue buena parte del mandato de Redondo como conselleiro maior del Consello de Contas. Un enemigo a ultranza del «siempre se hizo así». Tras una brillante trayectoria académica y profesional, dedicó siete años a construir un dique de contención contra la tentación de la zona del confort en el control externo del sector público, ese forense que siempre llegaba tarde y que no conocía nadie, en la comodidad de la invisibilidad, afectado por el mal endémico de las noticias de agosto.

El conselleiro maior Redondo fue un impulsor de la puesta en valor del Consello de Contas como un bien público autonómico, defensor a ultranza de la apertura de miras y la transparencia (en su mandato reunió en su querida Compostela a todos los consellos de contas de la Europa de las regiones; el Tribunal de Cuentas Europeo vino a Galicia a presentar un informe sobre el futuro de la pesca en la Unión Europea, con la participación de la Agencia Europea de Control de la Pesca, entre otros muchos logros; como el no menor de reunir a más de doscientos auditores públicos de la comunidad del control externo público para debatir sobre el futuro de la profesión y el control externo independiente del sector público). Pero no solo en la vertiente exterior fue un gigante, también fue capaz de impulsar un cambio de modelo para el interior de la organización, planteando la idea de «liderar desde el ejemplo» y ya no tanto desde el poder o la sanción. Sirvan dos pequeñas muestras: de su legado es que todos los puestos —todos— del Consello de Contas se tengan que proveer de forma definitiva mediante concurso de méritos, objetivo y transparente; o, por ejemplo, que todos los informes de Contas se publiquen en el Diario Oficial de Galicia, como una obligación constitucional de la institución.

Pero quizá su ser más querido, y del que más orgulloso estaba, en su etapa como garante del buen uso de los recursos públicos, era la apertura de una nueva línea de trabajo y de conocimiento de frontera para el Consello, alejada de las tentaciones del incrementalismo y los avances marginales. La función de prevención del fraude y el fomento de marcos de integridad pública en la gestión sería imposible de entender en Galicia sin el impulso y la labor permanente de sensibilización desde el consenso y la participación del profesor Redondo.

Te echaremos de menos conselleiro maior Redondo, se intentará honrar uno de tus muchos legados.