Cada vez que hay una cumbre de altos mandatarios, o se reúnen políticos de cualquier tipo, lo hacen en lugares rodeados de bosques, en hoteles o fincas de millonarios llenas de árboles y animalitos. Allí hacen declaraciones sobre lo maravilloso que es el entorno y cuanto les gusta la naturaleza, antes de regresar y autorizar talas en los bosques de su país, invadir áreas naturales con urbanizaciones, etcétera.
En las ciudades españolas, con la excepción de Vitoria-Gasteiz y pocas más, la cuestión no está mejor, tanto que el caso de Madrid es cada vez más alarmante y ha traspasado fronteras. El diario The Guardian se pregunta por qué Almeida tala los árboles de la ciudad: «En pleno julio, con temperaturas que no bajan de los 39 grados, los residentes se ven obligados a protestar bajo un calor abrasador para intentar detener una devastación que parece imparable».
El caso más reciente en la plaza de santa Ana es un claro ejemplo del desprecio por la salud y el bienestar de la población que muestra la administración local madrileña. Tonterías similares se han hecho en Madrid Río, en nuevas líneas de metro y otros lugares. La tala de árboles en la capital es un síntoma de una enfermedad más profunda: el odio a la naturaleza salvo para veranear en sitios «súper verdes».
La ciencia es clara: aumentar la cobertura arbórea en las ciudades puede salvar vidas. La investigación de la Unión Europea muestra que incrementar el dosel arbóreo podría reducir significativamente las muertes relacionadas con el calor, especialmente en países como España. Con más de 1300 muertes atribuidas a las olas de calor en el verano del 2022 en Madrid, la tala de sus árboles no es solo una decisión errónea es una negligencia criminal.
También en pequeños pueblos o espacios litorales se están cortando árboles para aparcamientos o chiringuitos justificándolo en que ponen en peligro a los ciudadanos cuando lo cierto es que el riesgo se genera por la falta de cuidados y mantenimiento o por la mala elección de las especies que se plantan. Pueden darse un paseo por la playa de la Magdalena en Cabañas para ver lo que puede hacer una motosierra desbocada.
Las zonas verdes en entornos urbanos o áreas muy visitadas son componentes esenciales en la lucha contra las olas de calor y el calentamiento global; créanme, los negacionistas del cambio climático también sudan sin sombra. Los árboles en parques, jardines, calles y áreas residenciales ofrecen múltiples beneficios ambientales y sociales, convirtiéndose en elementos clave para el desarrollo urbano sostenible.
Deberíamos plantar más árboles y crear zonas verdes en pueblos y ciudades para aumentar la cobertura vegetal y mitigar los efectos de las olas de calor. Mientras el mundo civilizado trata de recuperar el verde perdido en las ciudades, aquí seguimos con las talas, la fórmula 1 urbana y otras tonterías similares.
En fin, verde que te quiero verde.