La medición de la felicidad

OPINIÓN

08 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La felicidad es una suma de momentos y es concebida de manera diferente por cada individuo. No es constante ni permanente, de ahí la dificultad de encontrarla, garantizarla y medirla. Pero, sin duda alguna, constituye una aspiración y, como tal, adquiere soporte jurídico y cuantificación económica. A día de hoy, para definirla es preciso distinguir entre su propio significado y el concepto del placer. Primeramente, buscamos el sentido de propósito, aquel que nos señala lo que es importante y que tiene significado para uno mismo. Luego, constatamos que el placer forma parte de la felicidad, ya que allí encontramos el sentido de la importancia de nuestras relaciones y actuaciones. Por eso, la felicidad presenta altibajos.

Desde hace unos años, existe una ciencia de la felicidad que se sustenta en alcanzar la continuidad de ciertas acciones y pensamientos que nos permitan vivir en la comodidad y en el mantenimiento de unas situaciones gratificantes. Paralelamente, existen otros casos que, obviamente, lo pueden impedir como aquellas personas que viven en situaciones críticas y por debajo de los mínimos de las necesidades básicas.

La felicidad fue reconocida en 1776 dentro de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América; y, posteriormente, en 1789, en la Declaración de los Derechos del Hombre.a Se trataba de ser garantizada y conceptualizada como un derecho fundamental inalienable. O sea, se buscaba la posibilidad de llegar a ella mediante la satisfacción y el disfrute efectivo de los derechos humanos a partir del ejercicio de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales. Pero, únicamente un país, Japón, lo tiene incorporado en sus derechos fundamentales.

La cuantificación de la felicidad se centra en la evaluación de diversos índices, ratios, oportunidades e intereses para alcanzar las aspiraciones individuales. El Índice de Desarrollo Humano, que elabora el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, refleja la cuantificación que más se aproxima al concepto de felicidad. Sin embargo, fue el Estado de Bután el creador del Índice Nacional Bruto de Felicidad, en la década de los años setenta del pasado siglo, al unir las ratios de salud, estabilidad laboral, calidad del medio ambiente y goce de los derechos humanos. Más tarde, aparecieron diversas mediciones subjetivas sobre el bienestar destacando, sobre ellas, el World Hapiness Report (WHR), que concluye que Asia es el continente menos feliz.

No debemos confundir el aumento de los ingresos con los niveles de felicidad, ya que existen otros factores determinantes como la dignidad humana, la percepción de la calidad de vida, las oportunidades, la satisfacción de necesidades básicas, la alegría natural, etcétera que hacen que el concepto de felicidad sea más completo y holístico que los propios índices del PIB per capita o la renta disponible.

Es bien sabido que las sociedades requieren de fuerzas internas para afrontar su prosperidad y felicidad. El dinamismo en la innovación permite alentar los impulsos de cambiar las cosas y poseer una disposición para imaginar y crear. Debido a ello, las sociedades modernas impulsan la formación de nuevas ideas a partir de los valores adecuados. Ese cambio cultural es el que proporciona la energía necesaria para la aparición de los nuevos entornos. Los valores modernistas incluyen cierto tipo de actitudes hacia los demás: disposición de aceptar el cambio, afán de trabajar con otros, deseo de competir y voluntad de tomar la iniciativa. Es decir, el deseo de crear, explorar y experimentar, así como de superar retos y de comprometerse con el propio trabajo.

En suma, los gobiernos poseen el reto de diseñar e implementar políticas públicas que permitan garantizar la felicidad y la resiliencia. O sea, deberían ser capaces de promover enfoques más completos del desarrollo humano, no centrándose exclusivamente en el crecimiento económico, sino incorporando otros indicadores más amplios; porque es obvio que el logro de la felicidad se interrelaciona con el proyecto de vida.