
«Qui resistit, vincit», afirma una máxima latina adoptada, crédulamente, por Camilo José Cela. La cita es oportuna al hilo de la sentencia de la Audiencia Nacional relativa al caso Nummaria, el despacho que asesoraba a Ana Duato e Imanol Arias.
Muy distinta fue la estrategia seguida por ellos: mientras que el actor pactó con la Fiscalía y, admitiendo su culpa, redujo muy sensiblemente su condena; la actriz, valientemente, apostó por su inocencia, resistiéndose a asumir un fraude del que no se veía culpable.
Así, en un episodio que emula —con sus diferencias— el ya vivido por Xabi Alonso, la valenciana aguantó la presión de ver cómo se pedían casi veinte años de cárcel para ella; conviviendo con esa espada de Damocles durante casi una década. No es fácil: y no solo por una cuestión de dinero; también de templanza, ánimo, paciencia y calma. Todo en muy elevadas dosis.
La sentencia de la Audiencia (aún recurrible) absuelve a Ana Duato; ponderando varias circunstancias: la primera y quizá más relevante, la ausencia de prueba sobre su conocimiento acerca de sus incumplimientos tributarios, lo que excluiría una conducta dolosa. La segunda, que declaró la totalidad de sus ingresos; no habiendo, pues, ocultación. La tercera, que su cultura fiscal es la propia de un ciudadano medio y prueba de ello sería que contrató los servicios de unos profesionales. Todo eso, con sus posibles aristas, es el andamiaje de su absolución.
Absolución que, mediáticamente, ha contrastado con la condena a su asesor: 80 años de cárcel (de los que, como mucho, cumpliría 9). Aclaremos: 32 años lo son ya por sus propios y personales delitos fiscales relativos a su IRPF e IVA. Los otros 48, como cooperador necesario de esos otros 8 condenados que, como Imanol Arias, pactaron con las acusaciones.
Esta sentencia (a falta de lo que pueda apuntar el Supremo) abre varios «melones». Así: ¿hasta qué punto puede un contribuyente exonerarse de su responsabilidad —sobre algo tan personal como sus propios impuestos— depositando su confianza en asesores fiscales? ¿Dónde empieza y dónde acaba la ignorancia? ¿Cabe que esta sea deliberadamente buscada? Y, en cuanto a los asesores, también nos deja varios mensajes; el primero, ya sabido: no todo vale a la hora de ahorrar impuestos. Pero, hay más: para mí, por ejemplo, y siempre dentro de la legalidad, mantener una relación escrita con los clientes; análoga al consentimiento informado de los médicos.
¿Y qué decir —una vez más— de la «pena de telediario»? ¿Cómo se resarce la imagen, el honor de esas personas cuyo nombre fue mancillado durante años? ¿Qué hay de la presunción de validez que dificulta sensiblemente la defensa de los ciudadanos frente al omnímodo poder el Estado? A día de hoy, muchas preguntas y apenas respuestas. De momento: Ana Duato 1-Hacienda 0. Continuará… #ciudadaNOsúbdito.