Cuando empezó a dar sus primeros pasos la inteligencia artificial muchos letrados vieron en ella algo muy positivo para su trabajo. Algunos hasta llegaron a pensar que se había terminado aquello de estudiar un tema fundamentando legalmente la demanda, buscando jurisprudencia, etcétera. Solo hay que pedirle a la IA que te haga una demanda y ya está, se decían y se dicen. Craso error. Me parece más fiable redactar y estudiar el escrito inicial como se hizo toda la vida y, eso sí, recurrir a la IA para temas puntuales. Los que entienden del tema afirman que esta herramienta, caso de no saber usarla debidamente, no es fiable. No obstante, aunque muchos no hayan reparado en ello, la IA acabará convirtiéndose en la gran enemiga de los letrados. El cliente llegará al despacho y, sin más explicaciones, le dirá al togado que quiere una demanda del 158 del Código Civil y que no se olvide de citar las sentencias número tal y cual de la Sala 1ª del Tribunal Supremo y del Constitucional. Cuando el profesional le comente que ya será él quien elabore la estrategia de defensa recibirá por toda respuesta aquello de: «Es usted un cavernícola presuntuoso que pretende saber más que una máquina». Y se irá sin abonarle la consulta, en busca de otro despacho en el cual le digan que sí a todo.